Tensión limí­trofe en rí­o San Juan espanta a turistas


La tensión fronteriza entre Nicaragua y Costa Rica en la región del Caribe espantó a los pocos turistas que daban sustento a sus pobladores y afectó seriamente el comercio bilateral, el otro pilar económico del área.


Desde que comenzó el «escándalo del dragado de parte de Costa Rica y de que hay una banda de narcotraficantes (denunciada por el gobierno de Managua) nadie viene» a San Juan, dijo el dueño del restaurante El Tucán, Alfredo Chamorro.

San Juan, en el extremo sureste de Nicaragua, está a la vera del rí­o homónimo cerca de su desembocadura al Caribe.

Managua inició un dragado del rí­o San Juan, que motivó una denuncia de Costa Rica sobre supuesto daño ambiental y una incursión de militares nicaragí¼enses a su territorio, algo que el gobierno de Daniel Ortega refutó.

En este remoto poblado nicaragí¼ense rodeado por la selva, al que sólo se llega luego de varias horas de navegación por el San Juan, la gente tiene un importante intercambio comercial con la vecina Costa Rica y circulan indistintamente tres monedas: el colón costarricense, el córdoba nicaragí¼ense… y el dólar.

«De Costa Rica viene la cebolla, repollo, aceite y hasta el combustible que se utiliza para las embarcaciones porque es más cerca y más barato que traerlo desde San Carlos», la ciudad nicaragí¼ense mas cercana, precisó el dueño del restaurante.

Ahora, fruto de la tensión y la parálisis del comercio bilateral zonal, esos productos han escaseado o están más caros.

Como dato curioso la mayorí­a de los 3.000 habitantes de San Juan tienen cédula costarricense, en tanto la televisión y las radios de Costa Rica son las de mayor presencia.

El dragado del rí­o es imperioso. «Usted no sabe lo que es viajar por ese rí­o en verano, los bancos de arena que se forman. Es terrible cuando se viaja a medianoche y tener que bajar empujando la lancha, buscando el hilo de agua para continuar», comentó Chamorro.

La región es parte de la reserva de biosfera Indio Maí­z, y sus pobladores cifran sus esperanzas en que con la limpieza del rí­o y la promesa del gobierno de construir un aeropuerto, la situación mejore para este rincón olvidado.

Entretanto, la ausencia de turistas es un golpe para los pobladores, ya que cada visitante suele gastar unos 50 dólares diarios en alimentación, hospedaje y paseos, dijo Mildred Velásquez, de una empresa turí­stica.

La gente que viene del lado del dragado dice que «esto se ve feo y están preocupados por lo que pueda pasar», dijo Velásquez.

Pero el ambiente a simple vista en los tres puestos militares nicaragí¼enses de la zona parece normal. Los militares montan guardia como siempre y un helicóptero de mediano porte reposa sobre el césped junto a un puesto.

En la otra margen del rí­o, en Costa Rica (paí­s que abolió hace más de medio siglo sus Fuerzas Armadas) policí­as armados con fusiles de asalto vigilan a sus vecinos.

La draga que desató el escándalo, y llamada «Soberaní­a», reposa sobre la margen izquierda del rí­o a pocos kilómetros de su salida al mar Caribe frente a la isla Calero, que Costa Rica alega que es su territorio, y donde se puede ver que hay un mayor número de soldados acampados.

Pero mientras los gobiernos cambian acusaciones, y el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, iniciaba este viernes una gira por San José y Managua para tratar de calmar la situación, los vecinos de esta remota zona selvática, seguí­an la dura lucha por la subsistencia.

Cerca un grupo de niños combatí­a el calor –pese a que en la zona aún es invierno– arrojándose al rí­o para nadar.