Una interrogante que tras cumplirse diez años de la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, no tiene respuesta categórica. Persisten condiciones adversas en medio de clima de violencia, delincuencia, insatisfacción, falta de seguridad y más, que demuestran aún lo contrario.
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Es indudable que la cultura de la posguerra desató una situación rumbo al colapso social, por cuanto los segmentos poblacionales iniciaron actitudes tremendas. Gana posiciones el odio, revanchismo, discriminación, resentimiento en aumento, que evidencia en general diferencias abismales.
El saldo contabilizado después de la firma como en una vitrina panorámica exhibe las heridas todavía hondas, difíciles de cicatrizar, del orden moral y material. Desde entonces nuestro país irredento tiene otro perfil desventajoso, distante de volver airoso por sus fueros.
Mientras sigan pendientes de superarse en toda su dimensión los Acuerdos de Paz, la misma resulta sumamente complicada de alcanzar. Prosigue en orden acumulativo temas fundamentales en beneficio directo de sectores siempre al margen, pese a lo urgente y necesario que es.
A estas alturas equivalentes al decenio de aquella firma, hay reconocimiento de los personajes que hicieron posible los Acuerdos de Paz. Pero en el olvido y anonimato quedan muchos hombres, mujeres, ancianos y niños que contribuyeron valga la contradicción con su sangre derramada.
Los ojos del mundo estuvieron puestos en nuestra patria, instituciones la censuraron; otras la consideraban, humanismo y sensibilidad social en punta, el estéril enfrentamiento y también hubo y habrá conciencia además y expectativas en torno directo al arribo de la verdadera paz.
Algo que no puede ocultarse jamás es que de ambos bandos hubo actos en contra de la vida, asimismo, destrucción de aldeas enteras, infraestructura física y el éxodo obligado de connacionales hacia países vecinos ¡que conste!