Nuestro diario ir y venir como dirigentes de la Fraternidad Izabalense nos ha permitido conocer toda clase de personas, ya sea en el ámbito privado o de la administración pública, hemos tenido ratos verdaderamente «desabridos» con empleados o funcionarios privados y públicos que creen que por estar en esos cargos, son dueños hasta de la voluntad de los usuarios que caen en sus «tentáculos», probablemente debido al «cuello» que tienen con el jefe de inmediato, con el partido de gobierno o con el ministro de que se trate; pero también hemos tenido la fortuna de ser atendidos por personas con un sorprendente buen carácter y con un admirable sentido de servicio, cuya atención hacia nosotros nos ha permitido olvidarnos de los «creídos» y abusivos que nos han ocasionado malos ratos.
Pero la viña del Señor tiene de toda clase de ejemplares, y así como hay pésimos empleados tanto privados como públicos encargados de atender muy mal al público, también hay en sus contadas pero muy originales excepciones que como siempre, son las que marcan «la diferencia» en cualquier sitio del mundo, pues no siendo del montón, hacen esfuerzos denodados por no parecerse a los «mediocres».
Hace aproximadamente dos años, cuando iniciamos algunas gestiones en el Ministerio de Cultura y Deportes, tuvimos el privilegio de ser atendidos por la licenciada Blanca Aída Azurdia Ponce, funcionaria de la Asesoría Jurídica del citado ministerio, quien sin ningún protocolo y con toda la amplitud del caso nos atendió con eficiencia, celeridad, educación y sensibilidad, y aunque en ese momento no lo notamos, nos guardamos nuestra buena impresión, sin saber que tendríamos que volver más adelante con otras gestiones ante ella, lo que nos permitió conocerla un poco más, de esa cuenta supimos que es originaria de Patzún, Chimaltenango, y aunque hasta ese momento no lo habíamos notado, nos enteramos por boca de ella, que viene sufriendo los embates del cáncer, enfermedad que la obliga a someterse a tratamiento periódico de la demoledora «quimioterapia» que la deja muy afectada física y emocionalmente.
Pero lo extraordinario en esta profesional es que estando enferma no se deja arrastrar por el pesimismo ni por resentimientos de ninguna índole; ella tiene fe en que Dios la ayudará a recuperarse, eso deseamos también nosotros, sin descuidar su atención médica oportuna que con mucho sacrificio económico su familia y ella costean, ya que el tratamiento de esta enfermedad todavía sale muy caro para gente de clase media de Guatemala.
Hoy, he querido hacer este reconocimiento a la licenciada Blanca Aída Azurdia, porque es de doble mérito mencionarla, pues su capacidad y su don de gentes no han sido cambiados por los estragos que produce esta demoledora enfermedad y su fuerte tratamiento. Ella, con su pesada carga de dolor regala luz y esperanza a quienes sirve, y por ello nosotros desde nuestra modesta banca de dirigentes sociales, imploramos al creador porque le conceda la sanidad total a sus quebrantos físicos, y le levante llena de energía, feliz y dispuesta a seguir adelante en esta rutina humana que todavía no hemos aprendido a compartir con nuestros semejantes. «La fe es la fuerza de la vida». Tolstoi.