Temor estadounidense


Conferencia. Tariq al-Hashimi, vicepresidente iraquí­, ofrece una conferencia en Washington, sobre una actualización de los hechos en su paí­s.

El espectro de una guerra que se desarrolle en Irak entre Arabia Saudita por un lado e Irán por el otro pone la piel de gallina a Washington, en momentos en que el presidente George W. Bush prepara su nueva estrategia para el conflicto iraquí­.


«Podrí­amos estar en la ví­spera de una intervención saudita en Irak en nombre de sus hermanos sunitas. Podrí­amos estar al borde de una guerra por poder», estima Chas Freeman, ex embajador estadounidense en Arabia Saudita.

«Arabia Saudita ha hecho saber a la administración Bush que en caso de una retirada de las tropas norteamericanas el reino podrí­a proporcionar apoyo financiero a los sunitas en Irak en cualquier conflicto que los enfrente con los chií­tas», afirmó el miércoles el diario The New York Times, que citó a diplomáticos estadounidenses y árabes que no identificó.

Según el diario, «las advertencias sauditas reflejan los temores experimentados por los aliados sunitas de Estados Unidos (Arabia Saudita, Jordania, Egipto) ante el aumento de la influencia (chií­ta) iraní­ en Irak, sin olvidar las ambiciones nucleares de Teherán».

Esta información, inmediatamente minimizada por la Casa Blanca, y la sorpresiva renuncia el martes del embajador saudita en Washington, el prí­ncipe Turki al-Faisal, solamente 15 meses después de asumir el cargo, dejó en la expectativa al mundo diplomático.

Mientras Irak está al borde de una guerra civil, una de las opciones norteamericanas es adoptar la doctrina militar clásica consistente en dar su apoyo a la facción que tiene la mayor posibilidad de imponerse.

Pero un apoyo tácito de Washington a la comunidad chií­ta para aplastar la insurrección sunita, comprensible desde un punto de vista estratégico, podrí­a arruinar las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados sunitas.

«Si Washington aplica tal polí­tica, los sauditas estarán en el bando opuesto», prevé Freeman, quien agregó que el dinero saudita podrí­a entonces servir para equipar y armar considerablemente el campo sunita.

Arabia Saudita «no puede permitirse no tomar posición» en Irak, ya que un «jaque a sus puertas» inducirí­a al reino a «asumir las consecuencias», afirma por su parte James Dobbins, un ex alto responsable del Departamento de Estado norteamericano.

El rey Abdalá de Arabia Saudita se enfrenta a las presiones de la opinión pública y de una parte de los religiosos del reino para apoyar a los sunitas iraquí­es y un apoyo norteamericano a los chií­tas arriesga con exacerbar el problema.

«Si usted fuera saudita, estarí­a verdaderamente inquieto por eso», dice Michael Hudson, profesor de estudios árabes de la Universidad de Georgetown.

«Arabia Saudita y, sobre este punto también Jordania, no están dispuestas a admitir lo que ellas considerarí­an como una dominación iraní­ en Irak o la destrucción de sus correligionarios», afirma Freeman.

Esto podrí­a tener consecuencias graves para Estados Unidos en la conducción de la guerra en Irak y en Afganistán. «Â¿Si Arabia Saudita está de un lado y Estados Unidos del otro, cree usted que los sauditas permitirán los sobrevuelos (de aviones militares estadounidenses) de su territorio?», pregunta Freeman.