Los atentados de Argel del miércoles, justo tras la operación marroquí contra kamikazes islamistas en Casablanca, fueron la carta de presentación internacional de Al Qaeda en el Magreb y despertaron los temores a la extensión del terrorismo en el Norte de ífrica y el sur de Europa.
Reivindicados en nombre de esa rama de la red de Bin Laden, que autorizó recientemente a usar ese nombre al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), los tres suicidas provocaron con sus coches bomba 33 muertos y golpearon símbolos del poder, como el Palacio del Gobierno o sedes policiales.
En su comunicado, el grupo prometió nuevas acciones «hasta la liberación de toda la tierra del islam», incluyendo la «Al Andalus expoliada», la provincia árabe que se extendía por toda la península Ibérica tras la invasión del año 711.
Además, el último ataque coincidió con que, la víspera, la policía marroquí acorraló a cuatro sospechosos, tres de los cuales se inmolaron y un cuarto fue abatido en Casablanca, donde ya el 11 de marzo se había volado otro suicida en un cibercafé. En estos actos, al margen de los kamikazes, sólo murió un agente.
Rabat negó el miércoles que los sucesos de uno y otro país tuvieran relación directa, pues no había «ningún elemento logístico y estructural» común en ambos casos, según el ministro de Información marroquí, Chakib Benmusa, quien destacó la poca preparación de los terroristas de Casablanca.
Por su parte, la prensa argelina comparó su atentando con los grandes golpes de Al Qaeda. «Nueva York tuvo su 11 de septiembre, Madrid tuvo su 11 de marzo y el 11 de abril le tocó a Argelia ser testigo de la locura asesina de los kamikazes», escribió el diario Le Jeune Independant.
De hecho, los de Argel fueron los atentados más graves desde las explosiones del 9 de noviembre de 2005 en tres hoteles en Ammán (Jordania), que causaron 60 muertos. Entonces la autoría fue reivindicada por la rama iraquí de Al Qaeda.
«La cuestión clave es: ¿van a internacionalizar sus acciones aún más, en Francia (…) o en España con (terroristas) marroquíes?», se preguntó Magnus Ranstorp, experto en terrorismo del Colegio Nacional de Defensa de Suecia.
Su colega español Fernando Reinares respondía efectivamente que estos sucesos «pueden interpretarse como un preludio de una serie de atentados que la extensión regional de dicha estructura terrorista planea llevar a cabo en países norteafricanos y de la Europa meridional», España, Francia e Italia.
Sobre hasta dónde llegan los tentáculos de Al Qaeda, Ranstorp advierte: «Ahora tenemos un cinturón que se extiende desde Marruecos hasta Somalia».
La nueva «ola de violencia» no extraña a Mohamed Darif, profesor de ciencias políticas en la universidad marroquí de Mohamedia. Para él, el fenómeno es «normal». «El GSPC argelino se ha tomado su tiempo para dispersar sus células en todo el norte de ífrica» hasta adoptar su nueva cara de terror, explicó.
Así las cosas, en Madrid se teme en primer lugar por los enclaves de Ceuta y Melilla, que están «en el punto de mira» de Al Qaeda, según apuntó el juez español Baltasar Garzón, que llevó casos de islamismo, al día siguiente de los atentados de Argel.
Y en la ex metrópoli, inmersa en plena campaña electoral por la presidencia a la República, el ministro de Interior francés, Franí§ois Baroin, pidió «una vigilancia extrema», aunque no elevó el nivel de alerta.
En Argel los atentados fueron interpretados también en clave electoral, como «una provocación mediática» antes de las legislativas del 17 de mayo, según el jefe del gobierno, Abdelaziz Beljadem, que recordaba la influencia que el ataque del 11-M en Madrid tuvo en sus inmediatos comicios legislativos.
A esos dirigentes era a los que se dirigía con lamentos el jueves Amria Abdelmun, empleado público: «Nos prometieron que ellos (los islamistas) no volverían y que habíamos presenciado la agonía de estos fanáticos».
Y es que, en Argel, a pesar de la alerta por los enfrentamientos con islamistas en algunas regiones del país, que ya habían costado la vida a al menos nueve agentes de la seguridad este mes de abril, se han revivido «los años negros del terrorismo», la década de los 90, y el mundo teme nuevos zarpazos.