El riesgo de epidemias en vastas regiones afectadas por inundaciones comenzó a hacerse latente en Bolivia como efecto colateral de las torrenciales lluvias que han dejado al menos 40 muertos y 26 mil familias damnificadas, entre ellas una comunidad indígena en vías de extinción.
«En este momento hemos confirmado 103 casos de dengue clásico en las comunidades del trópico y tenemos un reporte de 161 en el país, pero como son varias ondas epidémicas corremos el riesgo de que haya dengue hemorrágico», informó el director de Epidemiología, René Barrientos.
Los fuertes aguaceros que se registran desde noviembre han ocasionado la crecida y desborde de caudalosos ríos en al menos seis regiones del país y obligado al Ministerio de Salud a declarar alerta sanitaria, además de desplegar brigadas a las regiones más propensas al brote de epidemias.
El funcionario dijo que la región cocalera del Chapare es la zona más afectada por el brote y la más vulnerable a una epidemia, aunque explicó que las provincias inundadas en el próspero departamento de Santa Cruz (este) y en el departamento amazónico de Beni están también en constante observación.
El funcionario, que se encontraba hoy inspeccionando el Chapare, alertó también sobre la posibilidad de un brote de leptospirosis que se contagia «a través de las aguas sucias contaminadas por las heces y orín de un ratón».
Su brigada detectó seis casos positivos de esa enfermedad, lo que -dijo- pone en riesgo a la población de contraer el mal si no se lleva adelante una campaña médica preventiva.
Según un boletín del Ministerio de Salud, la población en riesgo en los cinco municipios del Chapare es de 354 mil habitantes.
Los representantes de la etnia indígena de los Yuquis, en vías de extinción, y que habitan en la zona, advirtieron que muchos niños sufren diarreas, síntomas característicos de las inundaciones.
«Estamos tomando las previsiones entregando medicamentos al médico Yuqui, para que pueda atender a sus enfermos», señaló el Director de Epidemiología.
El funcionario afirmó que la situación actual es delicada y expresó su deseo de que las condiciones climáticas mejoren en el país pues, de lo contrario, «podría producirse un colapso en sus recursos para la atención y prevención de las epidemias».
Unas 500 familias damnificadas en la ciudad amazónica de Trinidad, en el departamento del Beni, se encuentran habitando en carpas porque sus viviendas fueron anegadas por el agua y varios niños sufren fiebres, diarreas y vómitos, reseña el diario La Razón.
Los aguaceros, que golpean con intensidad a seis de las nueve regiones de Bolivia y moderadamente a las otras tres, dejaron ya 44 muertos y cuatro desaparecidos, según un último reporte de la oficina de Defensa Civil.
La intensidad de las aguas ha afectado también a varias poblaciones del norte argentino, ribereñas del caudaloso río Pilcomayo, que nace en el sur de Bolivia.
A raíz de los daños causados por el desastre natural, el gobierno boliviano ha comenzado a recibir la ayuda internacional procedente de Chile, Perú, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, la Corporación Andina de Fomento y el Banco Mundial.