Los que acostumbran ver las películas de TV, seguro han visto los Hillibillis, imaginarse eso y vivir en Tectitán es una rara y real similitud.
Por cuestiones de trabajo y reparación del balasto existente, viví en la comunidad algún tiempo y me dio oportunidad de convivir las pobrezas y penurias de esa población en esas épocas.
La vivienda que ocupaba, como era costumbre y aún se observa en lugares rurales de Guatemala, carecía de servicio sanitario, estas necesidades fisiológicas se llevaban a cabo en cualquier lugar que escondiera nuestras partes íntimas, entendamos bosque o montaña, para el colmo en uno de los lugares más elevados de la República, imaginémonos los fríos al querer salir por la noche, para buena suerte, la vivienda que ocupaba estaba rodeada de milpa, pues se aprovecha hasta el mínimo recoveco para producir dicha comestible semilla.
Para entrar al pueblo por un lado había que pasar un río que se encontraba la ruta. Ahora parece ya hay puente, pero cuando había que vadear el río, un buen número de veces se mojaron las candelas y por suerte no fue arrastrado el vehículo por corriente alguna, o no estaríamos contando el cuento.
Las pendientes diseñadas eran muy por arriba de lo que las especificaciones de Caminos establecen, pero se desarrollaba todo el transcurso en una serie de curvas que parecían una serpiente; tratar de mejorar lo posible era el reto.
Sólo la consecución de un balasto que no fuera plástico era de por si una odisea, habiendo tenido que transportarlo pendiente arriba, uno que por lo menos asegurara su duración y servicio.
Como todo en Guatemala mientras se llevaba a cabo el trabajo y con los problemas que van atados a la construcción, como el caso de tener que estar destapando drenajes transversales que por la noche los vecinos tapaban, para evitar asentamientos en sus terrenos y con la mayor de las razones, era el inicio cotidiano. Ver como si fuesen jardines las grandes plantaciones de marihuana y de amapola, entre La cumbre y Cuilco, como se dice comúnmente, sólo la autoridad no lo ve.
Cuando ya se encontraba en su fase final y después del continuo dialogar y permitiendo unas veces, otras y otras imponiendo, saltó la liebre. El alcalde aducía que drenajes que él había colocado y que en ningún caso se cobraron debían de pagársele a él, ya que él los había colocado, en la licitación nada decía de ese rubro y volviendo a indicarlo, jamás se cobraron.
Hacer una reunión de vecinos con los adeptos que apoyaban su reelección fue el paso a seguir, inconstitucional y corrupto a todas vistas.
El contrabando con México, a vuelta de la esquina si el acceso era sólo de unos pocos minutos. Desde cuando se vienen cociendo habas en Guatemala y si para Arévalo viajar era vivir, nosotros siguiendo esa enseñanza nos hemos concretado a viajar y conocer Guatemala en un loco afán por mejorar lo poco que está dentro de nuestras posibilidades. Guatemala era un maná de abundante leche y miel, ahora lo es de odio y corrupción, paraíso que existirá hasta que nosotros dejemos de destrozarlo sin misericordia alguna, como lo hacemos.