Tecnología y privacidad


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En una escena de la película el joven Dr. Zhivago se despide del jefe de la unidad bolchevique encargada del hospital. La guerra europea recién terminaba, pero comenzaba la lucha civil interna en Rusia. Tras el abrazo el guardia le dice: “Doctor, acepte un consejo: Adáptese a las circunstancias, la vida privada se acabó en Rusia”. Esto lo habrá dicho en 1918 y aunque se refería a otros contextos no deja de llamar su acertada predicción. La vida privada se está acabando, no solo en Rusia, sino que en el mundo entero. Están despiertos los fantasmas que inquietaron a Ortega y Gasset en su “La Rebelión de las Masas”, mismos que preocuparon a George Orwell y a Aldous Huxley en su Nuevo Mundo. Están despiertos, vivos, materializados y crecen cada día. Una nueva sociedad emerge en medio de las brumas y dudas.

Luis Fernández Molina


La era digital que nos envuelve es acaso la mayor agitación que se registra en los anales de nuestra civilización. A lo largo del tiempo los grandes cambios históricos se han identificado con algunos elementos icónicos que marcan esos saltos en la evolución de la especie humana. En las primeras edades encontramos el dominio del fuego y el uso de herramientas. La fundición del cobre y el hierro. Luego el desarrollo del lenguaje y poco después la escritura. La sustitución de la fuerza humana por la de los animales domesticados. La osada navegación por los mares. En épocas más recientes la invención de la imprenta y como antecedente aún más cercano tenemos los grandes cambios originados por la Revolución Industrial cuando a su vez las máquinas sustituyeron a la energía de los animales. Cada una de esas etapas es objeto del análisis de los especialistas y se estudian a las sociedades que las vivieron como elementos de laboratorio; las vidas de las personas como tema de curiosidad científica. Sin embargo ninguna de esas transformaciones tiene los alcances de la actual revolución digital. Ningún cambio ha sido tan universal y tan vertiginoso. Cuando en siglos venideros, si es que llegan, investiguen los diferentes pasos de la evolución humana van a analizar con mayor detenimiento estos años finales del siglo XX y principios del XXI. Esa dramática incursión y cambio de escenarios. Acaso las comunidades de los años sesenta y setenta van a ser calificadas como las últimas de las épocas antiguas. Sociedades que vivieron antes de que despertaran los lenguajes binarios de las computadoras.

Pero las sociedades deben pagar el precio de la tecnología y la moneda que más se exige es la vida privada de los individuos y la espontaneidad. Antes de los teléfonos celulares se resguardaba la privacidad porque existía el recurso, por quien contestaba de: “le devuelve la llamada” o la mentirita blanca “no está ¿quiere dejarle mandado?” Con el móvil que llevamos a cuestas no valen tales recursos. Pero eso era solo el principio, hoy día se puede rastrear por dónde transita una persona que lleve un celular moderno, con GPS, y aunque lo lleve apagado. Ya no valen las excusas “voy a una reunión en la zona 10” cuando en la pantalla aparece que va por la Roosevelt. Igualmente toda conversación puede ser escuchada y, desde hace varios años, está el registro de llamadas entrantes y salientes. Si bien los servidores mantienen políticas de confidencialidad existen hackers que se dan a la tarea de abrir otros correos. Al generalizarse el uso de tarjetas de crédito, unos años antes, se podía seguir el rastro de alguien así como sus hábitos de consumo. Igualmente cuando se abre un portal se abre un registro, de esa forma es fácil determinar si una persona padece de diabetes, de migraña, quiere una operación de nariz o de busto, si gusta del arte o de la pornografía. Si a ello le agregamos la información que gratuita e ingenuamente proporcionan las personas a través de las redes sociales. Al reservar en un avión usted puede ver quien está a su derecha y a su izquierda (y si no le parece puede pedir un cambio). Las máquinas se están sobreponiendo a los seres humanos a quienes consideran unas máquinas más; tecnología quiere digitalizar la espontaneidad, la sorpresa, elementos esenciales de nuestra vida.