El dinero es, por definición, un medio general de intercambio y, como tal, es también un medio para asignar precios. Empero, el dinero mismo puede tener un precio, que consiste en la determinada cantidad de bienes o servicios que puede ser intercambiada por una determinada cantidad de dinero. También podemos afirmar que la determinada cantidad de bienes o servicios intercambiada por una determinada cantidad de dinero, es el poder adquisitivo del dinero.
La tasa de interés no es el precio del dinero. Es el precio del crédito, o precio pagado por el uso de dinero ajeno. Quien intercambia dinero por bienes y servicios, compra esos bienes y servicios, y adquiere el derecho de propiedad sobre ellos. Quien paga una tasa de interés por el dinero que ha obtenido en calidad de crédito, no compra ese dinero y, por consiguiente, tampoco adquiere un derecho de propiedad sobre él. El interés es el precio del crédito, y no el precio del dinero mismo, así como el alquiler de una casa es el precio de usar una casa ajena, y no el precio de la casa misma. Metafóricamente podemos afirmar que la tasa de interés es el precio pagado por el dinero alquilado.
Un aumento de la tasa de interés no provoca, entonces, necesariamente un aumento del precio del dinero, sino un aumento del precio de usar dinero ajeno, es decir, un aumento del precio del crédito. Dedúcese que la tasa de interés puede aumentar si aumenta la demanda de crédito, aunque el precio del dinero no aumente ni disminuya. O el poder adquisitivo del dinero puede aumentar si aumenta la demanda de dinero, aunque la tasa de interés no aumente ni disminuya. En suma: no hay una necesaria relación de causa y efecto o una necesaria correlación entre precio del crédito y precio del dinero.
Es un notable fenómeno que quien distingue lúcidamente entre el precio del alquiler de una casa y el precio de la casa alquilada, no distinga, con igual lucidez, entre el precio del crédito o tasa de interés, y el precio del dinero. Quizá la causa de la confusión consiste en creer que quien ha obtenido dinero en calidad de crédito, ha intercambiado la tasa de interés que paga, por el dinero. Empero, ese intercambio es ilusorio. Realmente ha habido intercambio entre la tasa de interés pagada y el uso del dinero; prueba de lo cual consiste en que quien paga la tasa de interés no se convierte en propietario del dinero. Por la misma razón, en el caso de una casa alquilada, hay intercambio entre el alquiler pagado y el uso de la casa; prueba de lo cual consiste en que quien paga el alquiler no se convierte en propietario de la casa.
La tasa de interés pagada por un crédito es un caso particular del interés que Ludwig von Mises, en su obra “La Acción Humana”, denomina “interés originario”. Este interés surge porque los bienes presentes son más valiosos que los bienes futuros. Por ejemplo, mil quetzales en el momento presente, son más valiosos que mil quetzales veinte años después. Precisamente el interés originario equivale a la diferencia de valor entre bienes presentes y bienes futuros. También podemos afirmar que el interés originario equivale a una tasa de descuento de bienes futuros por bienes presentes. Es decir, el interés original es el valor que se sustrae del valor de los bienes futuros, para que el valor futuro sea equivalente al valor presente.
Post scriptum. El interés originario no depende, por ejemplo, de la productividad de los factores de la producción, o de la oferta y la demanda de bienes de capital, sino únicamente de la diferencia entre valor presente y valor futuro de los bienes.