Tardí­a forma de zafar bulto


Cuando se cuestionaba la calidad de los informes de inteligencia sobre la situación en Irak y las pruebas sobre los arsenales de armas de destrucción masiva, se dijo que el jefe de la CIA, George Tenet, habí­a afirmado que con los documentos que tení­an disponibles era cosa sencilla armar el caso contra Hussein y la frase «it is a Slam Dunk», en alusión a esa forma de enceste en el baloncesto, llegó a ser célebre porque era el principal jefe de los servicios de inteligencia norteamericanos explicando la calidad de las pruebas que habí­an logrado corroborar.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Hay que recordar que en esos dí­as se produjo el informe de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde presentó una serie de fotografí­as captadas por los sofisticados aparatos de espionaje norteamericanos para sustentar las graves acusaciones que la Casa Blanca hací­a contra el gobierno de Irak en cuanto al incumplimiento de las resoluciones de la ONU con relación a las armas quí­micas, bacteriológicas y nucleares. Y el silencio de entonces de Tenet se tení­a que interpretar como parte de su convicción sobre la veracidad de los informes generales al respecto de las labores de espionaje realizadas en toda la región del Golfo Pérsico.

Por ello es que ahora, cuando Tenet ya no está al frente de la CIA y está promoviendo un libro que le puede dejar millones, hay que reparar en la falta de ética de quien avaló todos y cada uno de los detalles de la manipulación realizada por Bush, Chenney y Rumsfeld. Porque si bien es cierto que ese trí­o montó el caso para iniciar la costosa guerra que ha significado tanto adverso para los Estados Unidos, todo su empeño hubiera sido imposible si no cuentan con la dócil complacencia de individuos como Tenet que se prestaron hasta con entusiasmo a la patraña. Esa frase de que probar la existencia de los arsenales era como anotar un «Slam Dunk», corrobora que el director de la Agencia Central de Inteligencia no sólo se prestó al fraude, sino que además lo promovió con todo entusiasmo para quedar bien con sus jefes y que sólo cuando éstos ya no lo consideraron útil es que él marca distancias y trata de sacar provecho con un libro que, de entrada, parece inmoral porque busca el beneficio económico de un individuo que no supo anteponer valores en el ejercicio de sus delicadas funciones.

La guerra de Irak será, sin duda alguna, uno de los pasajes más oscuros de la historia polí­tica norteamericana. Y en ella, aunque sea como un asterisco para llamar al pie de página, ha de aparecer la figura de George Tenet porque todo hubiera sido imposible, por mucha que fuera la terquedad del trí­o de fanáticos al frente de las decisiones polí­ticas en Estados Unidos, de no contar con apoyos tan eficientes como el que les brindó toda la comunidad de inteligencia que preparó el camino, como lo hizo en 1954 contra Guatemala, para la intervención de esa potencia mundial en los asuntos internos de un paí­s soberano.

La CIA ha jugado papeles tenebrosos a lo largo y ancho del mundo desde su creación, pero pocos fiascos son tan evidentes como el de Irak donde no pudieron encontrar ni un pedo quí­mico, no digamos los mortales arsenales que según toda la información presentada a la comunidad internacional, eran parte de la fuerza letal de Hussein contra el mundo libre. Y buena parte de esos regueros de sangre que tanto norteamericanos como iraquí­es han vertido en la antigua Mesopotamia, tendrá que pesar sobre la conciencia de este pí­caro que a buena hora quiere zafar bulto.