Tarde de emociones


Editorial_LH

Pocas veces tenemos la suerte de ver a los guatemaltecos unidos en forma tan espontánea y natural como ocurrió ayer con motivo del retorno de los atletas olímpicos y, de manera muy pero muy especial, del marchista Erick Barrondo, ganador de la medalla de plata, primera en la historia del país, en la competencia de 20 kilómetros.


Las calles abarrotadas de familias enteras esperando el paso de la caravana con los deportistas para rendir tributo de admiración y aprecio a ese muchacho que con mérito y esfuerzo propio logró concretar un triunfo que alegró a todo un país y les dio a millones de guatemaltecos un ejemplo de que con tenacidad, esfuerzo, trabajo y disposición al sacrificio, además de los aportes invaluables del entrenador que le trasladó a Barrondo el conocimiento y la técnica, se pueden lograr objetivos que parecen imposibles.
 
 Hasta 1985, cuando se aprobó la actual Constitución Política de la República de Guatemala, las autoridades deportivas tenían la excusa de que no había suficientes recursos para invertir en planes de largo plazo en la formación de nuestros atletas. Pero durante más de un cuarto de siglo la dirigencia deportiva ha estado literalmente bañada en pisto y los resultados han sido de todos modos decepcionantes hasta que esa combinación de un buen entrenador con un atleta dedicado dio un fruto excepcional.
 
 Ahora todos presumen con el triunfo de Barrondo como si fuera de ellos. Ojalá que no se repita aquello de que todos presumen con sombrero ajeno, como bien dijo el atleta respecto al alcalde de su pueblo que no cumplió con ninguna de las ofertas que le hicieron cuando volvió al país con la medalla de oro de los Juegos Panamericanos.
 
 Los guatemaltecos necesitamos ejemplos como el de Barrondo para motivarnos, para unirnos como nos unimos ayer en su recibimiento, olvidando cuestiones políticas, culturales, religiosas o de clase que nos dividen y nos impiden actuar como un solo pueblo. Ayer lo hicimos de manera entusiasta y espontánea, actitud que debemos mantener para trabajar por un país mejor en el que no sea milagro que alguien pueda triunfar, sino que se construya un país de oportunidades para que los guatemaltecos no tengan que seguir emigrando en busca de sus sueños sino los puedan concretar aquí, en la tierra que les vio nacer.
 
 Tenemos todo para ser un país próspero, pero nos falta la honestidad en el manejo de los recursos y nos falta la equidad para pensar en oportunidades parejas para todos. No es mucho lo que se pide; apenas un compromiso de participación, de solidaridad y de decencia en nuestras actitudes para exigir decencia en quienes nos gobiernan. Poca cosa, en realidad, comparado con lo que eso nos puede representar.

Minutero:
Ha calado, y muy hondo, 
al orgullo nacional, 
ese triunfo de Barrondo 
y su esfuerzo colosal