Tardanzas que decepcionan


La Corte Suprema de Justicia tiene en sus manos los informes que jueces pesquisidores presentaron en los casos de antejuicio de los diputados Eduardo Meyer Maldonado y Rubén Darí­o Morales Véliz y el tiempo pasa sin que el pleno de los magistrados se decida a conocerlos y resolver lo que en ley corresponda. Obviamente entre la población se tiene la sensación de que el caso del desví­o millonario de los fondos del Congreso de la República está pasando a segundo plano, lo cual generalmente ocurre en Guatemala cuando surgen nuevos escándalos que captan la atención de la ciudadaní­a.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Entre algunos comentaristas existe la idea de que el escándalo del espionaje en la Casa Presidencial y el entorno del presidente Colom y su familia pueda ser un esfuerzo por desviar la atención de los casos de corrupción. Yo personalmente creo que ese espionaje existió y que ha sido parte del ejercicio de los poderes paralelos para tener del cogote a los mandatarios y condicionarlos en forma casi absoluta. Pero es preocupante que la actitud de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia pueda dar pábulo para que se afiance la idea de que todo es un montaje para distraer a la opinión pública, porque en esas condiciones ni se logrará una embestida frontal contra el crimen organizado que mediante los poderes fácticos ha secuestrado el modelo democrático del paí­s, ni avanzaremos en los otros temas que tienen que ver con la impune acción de los polí­ticos corruptos.

Ya se comenta de manera cotidiana que aquí­ las autoridades nunca muestran celeridad para realizar capturas y que todo aquel que quiere convertirse en prófugo de la justicia lo puede hacer tranquilamente. Apenas quienes quieren presentarse ante la justicia son los que al final terminan en la cárcel y no dejarí­a de ser un gran clavo que así­ como pasó con Girón, de Mercado de Futuros, también Carlos Quintanilla se presente por voluntad propia a enfrentar las acusaciones en su contra, evidenciando la inutilidad del aparato policial que no logra nunca dar con ningún sindicado en contra de quien pese orden de captura. Y no hay mejor prueba de esa inutilidad que el caso de los banqueros que se hicieron humo y que permanecen ocultos, además de aquellos que se mantuvieron prófugos hasta que movieron sus hilos para «resolver su situación» sin temor a recibir sanción alguna.

Y si es preocupante la tardanza para localizar a los prófugos, mucho más preocupante tiene que ser la indiferencia de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para conocer el caso de los antejuicios en contra de quienes tienen algún nivel de participación en el desví­o millonario de los fondos del Congreso. Cada dí­a salen a luz más evidencias de cómo hubo enriquecimiento ilí­cito alrededor de ese escándalo y, tristemente, no hay posibilidad de encausar legalmente a los encartados porque los miembros de la Corte no quieren entrar a conocer los informes rendidos por los jueces pesquisidores que ellos mismos nombraron.

Es tiempo de mostrar celeridad en el proceso de administrar justicia porque no podemos continuar con esas frustraciones de una sociedad que está cada vez más harta de ver cómo se burlan de la conciencia ciudadana mediante evasivas que impiden la aplicación de la justicia. Y cuando los más altos magistrados del paí­s son los que se esfuerzan por encubrir la comisión de delitos e impedir su juzgamiento, el asunto cobra relieves de mayor trascendencia y obligan a ser también mucho más exigentes para reclamar que se sacudan la modorra y cumplan con su deber.