Cualquiera pensaría que en las actuales circunstancias y con el descrédito que pesa sobre el Congreso de la República, los diputados se apresurarían para taparle el ojo al macho aprobando la ley de acceso a la información que se está discutiendo, pero la verdad es que ni siquiera en estas condiciones hay real disposición a hacerlo porque no puede negarse que existen intereses oscuros.
En efecto, pese a que la ley de acceso a la información no es una panacea que venga a resolver el problema de la corrupción en el país porque hay demasiados vericuetos en la administración que han enseñado a los pícaros a enriquecerse sin temor a consecuencias legales, puede decirse que puede convertirse en un instrumento en la lucha por la transparencia porque la sociedad puede exigir suficientes datos de la forma en que se administra la cosa pública. Actualmente tenemos ejemplos funestos como el que dio el mismo Presidente del Congreso al negarse de manera rotunda y enfática a decir cuánto estaba pagando a sus asesores bajo el ridículo pretexto de que los expondría a la delincuencia, situaciones que riñen con lo que manda la Constitución de la República respecto a la publicidad de los actos oficiales.
Otro aspecto importante es que el acceso a la información que se trata de regular no es para los periodistas, sino que es un derecho de los ciudadanos que pueden ejercitarlo sin que el fin sea la publicación de los informes en algún medio de prensa. Simplemente es un derecho que tiene cualquier ciudadano de saber cómo se gasta el dinero de sus impuestos y por lo tanto es en la práctica un derecho universal que tenemos por el simple hecho de tener ciudadanía. No es, pues, un privilegio para la prensa por más que por razones de oficio sean los periodistas los que tendrán que utilizar más los recursos que ofrece esa ley.
Sin embargo, la realidad indica que son tan desvergonzados los diputados que ni siquiera en estas condiciones quieren siquiera taparle el ojo al macho y recibiendo órdenes precisas, algunos de ellos torpedearán el esfuerzo por aprobar la ley de acceso a la información. Es algo así como para decirles el viejo refrán que usaban nuestros abuelos al advertir que «están viendo la tempestad y no se arrodillan».
Que no se sorprendan ante reacciones cada vez más indignadas y fuertes de la población porque a la larga están demostrando que lo que menos les importa es servir a sus electores. Están al servicio de oscuros intereses y por ello es que la actitud de la gente no presagia nada bueno para este Congreso.