Es correcta la aseveración del presidente Otto Pérez Molina sobre que el país no podrá salir adelante mientras exista una carga tributaria de 11 por ciento. Esta afirmación la hizo enérgicamente en el contexto de justificar el pago de una consultoría a una empresa extranjera que venga a sacarle el chance a la incapaz Superintendencia de Administración Tributaria, SAT, negocio que por cierto huele muy mal.
Lo que hubiera sido pertinente, es que el Presidente con la misma energía y determinación se hubiera referido a los altos niveles de corrupción con que se han acostumbrado a hacer prácticamente todas y cada una de las gestiones públicas, porque cada nuevo gobierno perfecciona las prácticas sucias de sus antecesores, y agrega otras que son de su propia inventiva, haciendo una bola de nieve incontenible.
Por supuesto que se tiene que pensar que el país merece un pacto social en el que se determine qué Nación es la que queremos, en cuánto tiempo y con qué fondos se hará. Claro que ese gran pacto debería ser el que ponga medidas claras y medibles sobre los resultados que se tienen que esperar en desarrollo humano, seguridad, institucionalidad, generación de oportunidades, etc.
Pero no habrá pacto que aguante ni planificación medible mientras subsistan los niveles de corrupción con los que tristemente el guatemalteco ha aprendido a vivir. Y esa es la otra parte triste de la historia porque el ciudadano en lugar de condenar las prácticas oscuras de enriquecimiento, ambiciona ser el “próximo” que obtenga parte de esos beneficios.
Todo esto, es el resultado de un Estado que no cuenta con la institucionalidad suficientemente fuerte para hacer que se cumpla con la ley. Aquel que sea corrupto, que no cumpla con su trabajo, que se aproveche de su posición para otra cosa que el bien común, debería terminar procesado y condenado. Muy alto es el costo para el país de tener una tasa tributaria tan paupérrima como la que menciona el presidente Pérez, pero es más alto el costo de un sistema corrupto que paga favores a los financistas de campaña que se reparten el botín con los funcionarios de turno.
No más una sociedad que viva dentro del sistema de injusticia e inequidad. No más pretender un país justo y desarrollado con un 11 por ciento de carga tributaria. No más una ciudadanía que permita que en su cara hagan el truco de magia para convertirse en millonarios en lugar de enfrentar la crisis en que vivimos. ¿Cuánto de ese paupérrimo 11% se lo come la corrupción? Por allí hay que empezar Presidente.
Minutero
Es un círculo vicioso
que termina siendo odioso;
ante tanta corrupción,
justifican la evasión