Ahora que en Guatemala está nuevamente el debate sobre si vale la pena o no esclarecer nuestro pasado con la divulgación de los planes militares de contrainsurgencia que desaparecieron como por arte de magia sin que nadie se haga cargo del escamoteo, vale la pena ver que en Estados Unidos empieza una larga batalla para propiciar su propio esclarecimiento de la historia a fin de que no se repitan nuevamente los mismos abusos cometidos por Bush, Chenney y González en abierta violación de normas constitucionales y de los derechos humanos.
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En efecto, la semana pasada se publicó en Time una columna de opinión poco usual, del senador Patrick Leahy, Presidente del Comité de Asuntos Judiciales del Senado, con relación al debate sobre qué hacer respecto a las decisiones ejecutivas que se tomaron en el marco de la guerra contra el terrorismo y que rompieron con una vieja tradición constitucional de respeto a los derechos individuales y de límites al poder ejecutivo. Desde Watergate, dice el senador Leahy, no se veía una serie tan consistente de órdenes que violentaban no sólo el derecho sino las elementales garantías individuales consignadas en la normativa constitucional de Estados Unidos.
Y si bien en aras del necesario bipartidismo que se impone en la actual crisis, Leahy hace eco del criterio de Obama de que no vale la pena investigar penalmente al Presidente, al Vicepresidente, al Secretario de Justicia y a todos los asesores legales que firmaron los dictámenes que sirvieron de fundamento a las directrices para autorizar la tortura y la existencia de cárceles secretas, así como el secuestro de sospechosos trasladados a la fuerza en los numerosos vuelos secretos de la Agencia Central de Inteligencia, sí cree que es importante que se conforme una Comisión de la Verdad que establezca a ciencia cierta qué ocurrió para que no se vuelva a repetir esa pesadilla legal para el país que se enorgullece de su sistema judicial y del respeto a los derechos humanos.
La tesis de que el perdón es posible simplemente dando la vuelta a la página es al final de cuentas rechazada por toda persona sensata que entiende que el perdón tiene que ser sobre hechos concretos y reconocidos y no sobre puras suposiciones. No se trata únicamente de abrir viejas heridas y seguirse confrontando para siempre, sino que de que cada sector asuma sus responsabilidades y de esa cuenta sea posible establecer los términos del perdón y del olvido. Pero el olvido intrínsecamente trae consigo el conocimiento de los hechos que deben ser olvidados porque nadie olvida lo que no sabe, lo que no conoce.
Obviamente en la guerra contra el terrorismo tenemos que encontrar la existencia de dos bandos, igual que los tenemos que encontrar en nuestra propia realidad en la que las partes combatieron con toda su fuerza y no siempre respetando normas elementales de la guerra.
Conocer la verdad, entenderla y asumirla, es el paso indispensable para hablar de perdón, olvido y reconciliación y ese es el punto que el senador Leahy utiliza para justificar su propia comisión de esclarecimiento histórico. Aquí el debate continúa mientras las pruebas se siguen escamoteando.