Desde hace años, muchos años, se han estado escuchando patadas de animal grande en el sudeste asiático en forma amenazante contra la República de China con asiento en Taiwan.
China comunista vive rugiendo cual fiera hambrienta contra ese reducto de libertad que ocupó el generalísimo Chiang Kai-shek con sus heroicos soldados que lucharon bravamente en el continente, en la pasada centuria, contra las hordas comunistas lideradas por el regordete Mao Tse-tung.
Taiwan, ante el temor de una agresión de la China continental, es comprensible que esté tratando de aumentar, de mejorar, defensivamente, sus fuerzas armadas previendo una eventual acción guerrera, agresiva, en cualquier momento.
Es así como el gobierno de la República de China tiene el propósito de adquirir en los Estados Unidos de América 500 misiles del alcance necesario para defender su integridad territorial.
Es contradictorio un «libro blanco» sobre defensa que fue publicado por el régimen dictatorial pekinés en diciembre del 2006; en ese libro se subraya que China (la comunista) es un país «comprometido en la vía de un desarrollo pacífico y de cooperación (¿…?) que sigue haciendo frente a ciertos ’desafíos’, como el problema de Taiwan».
La República de China, también llamada China Libre, tiene legítimo derecho a reforzar sus defensas por el hecho de vivir constantemente amenazada de ser «tragada» en las negras o rojas fauces del monstruo continental.
La China comunista está convirtiéndose en una potencia no sólo militar, sino también de tipo industrial, comercial y, en síntesis, en lo que respecta a la macroeconomía. Incluso pretende aparearse, en los próximos quinquenios, a la superpotencia norteamericana. ¿Será, será? A lo mejor podrá hacer crisis el borborigmo que ya le ha hecho cosquillas. En la plaza de Tianamen (Pekín) tuvo fiesta brava hace algunos años.
China continental no se estará atreviendo, al menos por ahora, ni en corto plazo, a erigirse en un país con ambiciones de dominación mundial como ocurría en la Unión Soviética en la era estaliniana, pero ya se habla por ahí, por ahí ?recalcamos?, de una conspiración contra lo que demagogos de la politiquería internacional están dando en llamar, martilleante e insidiosamente, «imperialismo capitalista»: del dólar, no de tipo estaliniano… En esa acción colusoria podrán estar participando sigilosa y embozadamente sayones como los que han surgido en la América Indiana y en la caribeña, en Asia y en el Cercano Oriente (falsos redentores de pueblos), pretendiendo, sin duda, que vaya a la vanguardia con su «chatarra» ofensiva la China maoizada.
Para eslabonar el «gran complot» pueden estar trafagando los confabulados. Por ejemplo, el energúmeno dictador venezolano, autollamado hijo putativo en lo ideológico del caudillo antillano, se ha estado dedicando a visitar a furibundos personajes de cercanas y lejanas latitudes para engancharlos en la aventura, pero posiblemente les saldría el tiro por la culata y correrían el riesgo de estrellarse de narices en la dura roca democrática del «imperio» de las libertades democráticas que son dignas de los pueblos civilizados.
Taiwan sería algo así como un plato bien servido para China comunista, la que se relame ante tan exquisita sobrasada; como fue Hong Kong hace algunos años, o como fue Cuba para Fidel Castro. Pero el pequeño gigante asiático podrá escribir con sangre un hermoso capítulo de la historia de los nuevos tiempos al batallar con el vestiglo, al igual que lo hizo David respecto de Goliat en los remotos tiempos bíblicos.