Un año después de su elección a la presidencia francesa, Nicolas Sarkozy ha debido someterse a la realidad de las relaciones internacionales que, al igual que en otros terrenos, había prometido transformar profundamente.
Sin embargo, los comienzos de su gestión son auspiciosos para Sarkozy, cuando prueba en hechos lo que afirmaba durante la campaña, en cuanto que la voluntad, su voluntad, será lo suficientemente fuerte para superar los escollos para aplicar su política de «ruptura».
La liberación de un grupo de enfermeras búlgaras, condenadas a muerte y encarceladas desde hacía ocho años en Libia, le permite alegar razón e ignorar las críticas de que su acción sólo culminó un proceso iniciado por otros y que esta libertad se logró a cambio de concesiones económicas y militares.
De igual modo, consiguió sacar a la Unión Europea de la parálisis en que se encontraba después del rechazo de Francia y Holanda a la Constitución en 2005 cuando logró la aceptación por los 27 países de la Unión de su proyecto de «tratado simplificado».
Pero es justamente en el seno de la Unión Europea donde el mandatario francés tropezó con los primeros obstáculos que no pudieron ser superados sólo con su voluntarismo.
Prueba de esta situación fueron los repetidos entredichos con Alemania por sus críticas al Banco Central Europeo (BCE) y el poco entusiasmo, cuando no las críticas, que ha generado su idea de la Unión por el Mediterráneo, considerada, sobre todo por los alemanes, como un germen de división de la UE.
Es en el tema de los derechos humanos en el que Sarkozy había criticado a su antecesor Jacques Chirac por considerarlo poco ambicioso, donde el mandatario puede apreciar la contradicción que puede existir entre éstos y los imperativos diplomáticos o económicos.
Convertido en una especie de representante comercial de las empresas francesas viajó a China y obtuvo millonarios contratos, pero en lo que adquiere valor de símbolo que la oposición no tardó en hacer notar, «se olvida» de llevar a la secretaria de Estado para los Derechos Humanos, Rama Yade.
Así, dando fuerza a las afirmaciones de la izquierda que lo acusa de haber «cambiado la diplomacia de los derechos humanos por la de la billetera», saluda el controvertido triunfo electoral de Vladimir Putí¬n y luego recibe con gran pompa en París, al controvertido líder libio Muahmar Kadhafi.
«El presidente da muestras de ser un aficionado», considera el experto del Instituto francés de relaciones internacionales (IFRI) Philippe Moreau-Desfarges, que estima que «la energía nunca ha bastado para hacer política».
Corroborando el análisis del experto, el acercamiento del mandatario francés con Putin no dio los resultados esperandos en orden a conseguir la sanción rusa al programa nuclear iraní o la aceptación de la independencia de Kosovo.
Prueba también de que la voluntad no basta frente a la realidad, una misión enviada en marzo a Colombia, para tomar contacto con la guerrilla de las FARC y para prestar auxilio a la rehén Ingrid Betancourt, fracasó estrepitosamente por el rechazo de la guerrilla que ni siquiera había sido contactada previamente.
A esto se agregó el acercamiento con Estados Unidos, que según Sarkozy haría ganar influencia a Francia en el contexto internacional, pero que sólo es considerado, incluso por dirigentes de su propia bancada, como un alineamiento con Washington.