Suiza teme que la prohibición de construir minaretes, aprobada el domingo en referéndum, deteriore sus relaciones comerciales y diplomáticas con el mundo musulmán, donde hoy se multiplicaban las denuncias de la «intolerancia» demostrada por los electores del país europeo.
En Indonesia, mayor país musulmán del mundo, la principal organización islámica denunció hoy el «odio» y la «intolerancia» en Suiza, aunque apeló a «no reaccionar con excesos».
El mufti de Egipto, Ali Gomaa, calificó el resultado de «insulto» a los musulmanes, y grupos religiosos paquistaníes consideraron como «islamofobia extrema» la prohibición de construir minaretes en Suiza.
En Yeda, el secretario general de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), Ekmeleddin Ihsanoglu, expresó su «decepción y preocupación» por ese referéndum «que afecta la imagen de Suiza como país que respeta la diversidad, la libertad de culto y los derechos humanos».
En una inesperada y masiva votación, un 57,5% de los ciudadanos helvéticos decidió el domingo prohibir los minaretes, en un país de 7,5 millones de habitantes que cuenta con 400.000 musulmanes.
«Temo efectivamente (…) que este resultado tenga consecuencias sobre nuestras exportaciones y en el ámbito del turismo. Estos últimos años, por ejemplo, el número de visitantes de los países del Golfo aumentó un 15% anual», declaró la ministra de Justicia y de la policía suiza, Eveline Widmer-Schlumpf, al diario Le Temps.
La misma conclusión comparte el politólogo Pascal Sciariani de la Universidad de Ginebra: «No habrá necesariamente un llamado explícito de los gobiernos de esos países a boycotear Suiza, pero puede haber reacciones individuales o de la élite exhortando a los musulmanes a reducir su fortuna administrada en Suiza, a reducir sus viajes turísticos o a dificultar las relaciones comerciales con Suiza».
Ginebra -un importante centro financiero en gestión de fortunas y uno de los destinos preferidos de los ricos turistas árabes- teme las consecuencias del referéndum, impulsado por la Unión Demócrata del Centro (UDC, derecha populista), el principal partido del Parlamento federal.
Cada año, las visitas a Ginebra de ciudadanos de los países del Golfo generan unos 250 millones de francos suizos (164 millones de euros), una décima parte de los ingresos turísticos de la ciudad.
Muy preocupada, la organización Economie Suisse, que agrupa a empresas de la industria y del sector de servicios, exhortó a «circunscribir los potenciales daños (del referéndum, ndlr) al interior» de las fronteras suizas.
Aunque las «consecuencias inmediatas del voto son limitadas», tal como augura el diario de Zurich Neue Zí¼rcher Zeitung (NZZ), «la mirada del mundo musulmán sobre Suiza no será nunca más la misma», advirtió el director del Centro de estudios e investigación del mundo árabe y mediterráneo en Ginebra, Hasni Abidi.
«Sorprendida y decepcionada», la ministra de Relaciones Exteriores suiza, Micheline Calmy-Rey, anunció que sus servicios habían redactado un «argumentario» a hacer valer por los representantes diplomáticos helvéticos en el extranjero.
El islam es la segunda religión de Suiza después del cristianismo, según cifras gubernamentales.
El apoyo de los suizos a la prohibición de nuevos minaretes provocó reacciones opuestas en Europa: la extrema derecha lo saludó, pero la izquierda y la Iglesia católica lo condenaron en tanto que la derecha tradicional se mostraba incómoda ante la situación.
En Francia, la vicepresidenta del Frente Nacional (FN, extrema derecha), Marine Le Pen se congratuló del resultado del referéndum celebrado el domingo en Suiza que según ella muestra el reclamo del electorado «a las élites de que dejen de negar las aspiraciones y temores de los pueblos europeos».
La hija del líder ultraderechista francés Jean Marie Le Pen, aprovechó para pedir la celebración de un «referéndum» similar en Francia.
Convocados por la derecha populista, una amplia mayoría de suizos (57,5%) respaldaron la prohibición de construir nuevos minaretes por considerar que las torres de las mezquitas son un símbolo del poder político del islam.
En Italia, la Liga Norte, formación xenófoba y populista aliada del jefe de gobierno Silvio Berlusconi, también celebró la decisión suiza.
El ministro de Administraciones Públicas, Roberto Calderoli, consideró que refleja «la necesidad de poner freno a los aspectos políticos y a la propaganda vinculados al islam». «Suiza nos envía un mensaje claro: sí a los campanarios y no a los minaretes», sostuvo ese ministro italiano.
Pero la Iglesia católica suiza condenó el resultado y lo calificó de «duro golpe para la libertad religiosa y para la integración».
El Vaticano se pronunció «en la misma línea», afirmó monseñor Antonio María Sveglio, presidente del Consejo Pontificio para los Inmigrantes.
En Francia, donde vive la mayor comunidad musulmana de Europa con cinco millones de personas, la derecha gobernante evitó condenar claramente el resultado de la consulta suiza.
El ministro francés de Inmigración e Identidad Nacional, Eric Besson dijo que el referéndum suizo es un debate «de la esfera urbanística».
Besson, que hace un mes lanzó un «gran debate sobre la identidad nacional» evitó juzgar el resultado pues «es la decisión de un Estado soberano» y opinó que Francia «debe favorecer la emergencia de un islam que se integre en los valores de la República».
Xavier Bertrand, jefe de la gobernante Unión para un Movimiento Popular (UMP) de Nicolas Sarkozy, que quiere prohibir en Francia el uso de la burqa -velo islámico integral- dijo que ambos asuntos «no tienen nada que ver».
La única voz discordante fue la del ministro francés de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, que se declaró «un poco escandalizado» por la decisión suiza pues «si no se pueden construir minaretes quiere decir que se oprime una religión».
En cambio, la oposición socialista francesa consideró «preocupante» la decisión suiza y advirtió contra la «tentación de convertir al extranjero, al musulmán, en chivo expiatorio de todos los males de la sociedad occidental».
«Francia no está lejos de esta veleidad de consultar sobre posiciones como ésa», advirtió el secretario general de la CGT, Bernard Thibault, que rechazó la «voluntad» de algunos políticos de «cultivar el miedo al extranjero».
El rector de la Gran Mezquita de París, Dalil Boubakeur, opinó que el referéndum suizo refleja «el Estado en Europa de la tolerancia».
En Alemania, un responsable del partido de la canciller Angela Merkel (CDU, demócrata-cristiana) Wolfgang Bosbash consideró que la victoria de quienes rechazan los minaretes «debe ser tomada en serio».
«»No hay problemas entre los musulmanes y los europeos en la Unión Europea. Los musulmanes son europeos», afirmó la ministra de Integración de Suecia, que ejerce la presidencia de la UE, Nyamko Sabumi, de origen africano.
Indonesia, mayor país musulmán del mundo, denunció el «odio» y la «intolerancia» en Suiza y el mufti de Egipto, Ali Gomaa, calificó el resultado de «insulto» a los musulmanes del mundo entero.
La prensa suiza deploró «un voto inspirado por el miedo, los fantasmas y la ignorancia» y advirtió sobre el «daño» que ese referéndum puede provocar en la imagen internacional del país. «Venganza, boicot, represalia… Esta afrenta al islam podría costar cara», advirtió La Tribune de Ginebra