Suiza descubre que es mal vista por el mundo


Un granjero suizo carga una vaca de plástico para protestar en contra de la caí­da de los precios de la leche. FOTO LA HORA: AFP FABRICE COFFRINI

Suiza, con su imagen de neutralidad y tranquilidad, descubrió ahora que se encuentra aislada y mal vista, a raí­z de sus problemas con el secreto bancario, sus lí­os con Libia, las tendencias xenófobas de su derecha populista y la detención del cineasta Roman Polanski.


Urs Roth, jefe ejecutivo de la Asociación de Banqueros de Suiza. FOTO LA HORA: AFP ROSLAN RAHMAN

«Por qué ya nadie nos ama», se interrogaba ayer la prensa extranjera en los últimos dí­as.

Para el cotidiano, no cabe duda que el arresto del cineasta franco-polaco Roman Polanski cuando llegaba a Suiza, hace once dí­as y en razón de un mandato estadounidense, fue la gota que desbordó el vaso.

«Este episodio fue el pretexto para insistir en asuntos más dolorosos», explica Le Matin, que enumera los contratiempos que ha sufrido la Confederación este año.

En unos meses, Suiza fue obligada a ceder sobre su secreto bancario, plegarse ante el lí­der libio Muammar Kadafi furioso por la detención en Ginebra de su hijo Hannibal, por malos tratos a personal doméstico y a revelar al fisco estadounidense los nombres de 4.450 clientes del banco UBS en Estados Unidos.

Sin olvidar esta semana los ataques de su partido de derecha populista que calificó a los trabajadores franceses que pasan la frontera de «gentuza» y de «criminales extranjeros», provocando airadas reacciones en Francia.

«El paí­s pasa por una etapa difí­cil que se prolonga», reconoce el profesor Pascal Sciarini en la Universidad de Ginebra.

Para el politólogo, el desamor por Suiza remonta a los años 90 y al caso de los fondos sin herederos, de las ví­ctimas del genocidio nazi depositados en los bancos suizos.

Sin ilusión, el diario 24 horas considera que la imagen de Suiza también está dañada desde hace tiempo entre sus vecinos franceses.

Uno de los problemas mayores de la Confederación Helvética es su neutralidad, estima Sciarini, explicando que en su nombre «se ha acreditado prácticas indeseables como los fondos sin herederos y el secreto bancario».

Para el profesor del Instituto de altos estudios internacionales y del desarrollo de Ginebra, Pierre Hazan, Suiza sufre también «de una ausencia de cultura de crisis» que la hace incapaz de enfrentar sus propios diferendos internacionales.

Más aún, «con el fin de la guerra frí­a, perdió su lugar privilegiado de contacto entre el Este y el Oeste», explica Hazan.

Suiza «trata ahora de redefinir su papel, comprometiéndose más en los temas mundiales, al tiempo que mantiene su papel tradicional de mediadora», aseguró, estimando que una «neutralidad más activa es una de las soluciones al problema de imagen».

En este sentido, el gobierno ha hecho esfuerzos integrando el paí­s a la ONU en 2002 y al integrarse al Consejo ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Berne también consiguió en los últimos meses traer a su territorio una serie de negociaciones internacionales, que van de las conversaciones sobre Irán, a aquellas entre Rusia y Georgia pasando por las negociaciones de desarme nuclear entre Washington y Moscú.

El responsable de Presencia Suiza, el organismo federal encargado de la imagen de Suiza en el extranjero, Johannes Matyassy, no acepta hablar de «crisis de imagen». Lo que no quita, según dijo, la necesidad de «poner atención en ciertos cí­rculos», entre los cuales a las finanzas, que participan activamente en los ingresos del paí­s.