Sudán inauguró ayer la represa de Meroé, cuya construcción obligó a desplazar a 40 mil personas, la mayor obra en el Nilo en 40 años, en un acto con gran pompa que el presidente Omar el-Bechir aprovechó para criticar a la justicia internacional que lo amenaza.
«Cada vez que Occidente imponga una sanción o una resolución contra nosotros responderemos con grandes proyectos de desarrollo» como Meroé, dijo Bechir al inaugurar la represa.
La colosal obra de cemento, situada 400 km al norte de Jartum, costó más de 2 mil millones dólares, financiados pese a las sanciones estadounidenses, y gracias a ella se duplicará la capacidad eléctrica del país.
Miles de sudaneses asistieron a la inauguración de uno de los proyectos más importantes desde la independencia de Sudán, en 1956, y la obra más ambiciosa en el río Nilo desde la construcción de la gran presa de Asuán (Egipto), a finales de los años sesenta.
El faraónico proyecto llega en el momento preciso para el presidente sudanés.
«Toda decisión de la CPI no tendrá valor para nosotros», declaró Bechir a la multitud, apuntándola con su tradicional bastón. «Valdrá menos que la tinta con la que fue escrita», agregó despectivo.
«Estamos contigo», se leía en miles de octavillas con la imagen del Presidente distribuidas a la multitud.
En el suelo yacían fotos pisoteadas por los presentes con el rostro del fiscal de la CPI, Luis Moreno-Ocampo, tachado con equis rojas.
También se prendió fuego a un monigote de tamaño natural del fiscal, en cuya espalda había dos falsos cohetes llamados Bechir-1 y Bechir-2.
El presidente sudanés, que quiere ganarse a sus compatriotas en su pulso con la comunidad internacional, prometió reducciones de entre un 25 y un 30% en las facturas de la luz, algo excepcional sobre todo en un momento en que el país está azotado por la crisis económica.
La presa, sin embargo, ha conllevado la destrucción de pueblos enteros y el desplazamiento de 40 mil personas. Otros pueblos han tenido que ser construidos en el desierto pero muchos de los expulsados de la zona de Meroé se han negado a vivir en ellos.
«Hay gente que lo perdió todo», denunció Ali Askuri, portavoz de un grupo de desplazados. «Viven sin casa cerca del embalse y no quieren ir a vivir al desierto», explicó.
Meroé simboliza también las relaciones estratégicas entre China y Sudán. La presa ha sido construida por un consorcio de empresas chinas supervisadas por el grupo alemán Lahmeyer.
Unos 2 mil chinos aún trabajan en el lugar, dando los últimos retoques. Francia también está presente a través del grupo Alstom, que ha construido las diez turbinas del embalse, en un contrato de unos 270 millones de euros.