Con mucha dificultad, el soldado Lazlo Braler obtuvo un permiso de tres días para ir a ver a su madre al hospital de la región, cerca de la frontera húngara-rumana, pero se tardó algún tiempo más.
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Sucedió que una señora agonizante, al verbo uniformado, lo confundió con su propio hijo militar, del cual no sabía nada desde hacía mucho.
Aunque la progenitora de Lazlo fue dada de alta, éste se quedó al lado de la moribunda, fingiendo ser el vástago ausente; así, provocó que los últimos días de la enferma se llenaran de calor y de alegría.
Cuando ella murió, el joven llevaba ya siete días de atenderla fielmente, y de llamarla «mamá».
En el cuartel, al regresar, fue castigado con un mes de arresto, pero, en el Cielo, ya se le había reservado una feliz eternidad.
LA BONDAD ES CANTO QUE ALEGRA A LA TIERRA COMO AL PARAíSO.