Su Majestad y yo


Rick Stanley, hermanastro de Elvis Presley, es un pastor evangélico, que combina su testimonio como cristiano y como pariente de El Rey. FOTO LA HORA: INTERNET

Una vez que termina su sermón, el predicador invitado ofrece una bendición y baja al vestí­bulo para estrechar manos y quizá vender algunas copias de su libro testimonial.

Por ALLEN G. BREED

Elvis Aaron Presley (1935-1977), conocido también por el sobrenombre de Rey del Rock, fue un artista que se convirtió en el icono de la música popular del siglo XX. FOTO LA HORA: INTERNET

De entre la gente que se arremolina, una joven llega al frente y extiende su mano para mostrar un reloj de pulso de Elvis Presley. El predicador sonrí­e mientras una mujer de cabello cano le cuenta al oí­do sobre sus viajes a Graceland y le confiesa que tiene una pintura del «Rey» en la pared de su dormitorio. Otros cuentan de cuando vieron a Elvis por televisión o iban en auto al otro pueblo para ver su última pelí­cula.

El pastor sonrí­e. Sabe que la mayorí­a de las personas que acudieron a la misa vespertina de la capilla bautista Freewill no fueron para oí­r a Rick Stanley, el evangelista.

Fueron a ver al hermanastro de Elvis.

«Esas damitas… creen que soy Elvis», murmura Stanley.

«Bueno, para ellas, soy lo más cercano a él».

Elvis ha estado muerto por 33 años, pero su hermanastro aún vive. Por 10 meses al año, el evangelista de pelo plateado recorre el paí­s para hablar en auditorios escolares y predicar en iglesias con un mensaje que habla tanto del Espí­ritu Santo como del fantasma de Elvis.

Stanley trabajó en algún momento como asistente personal de Presley y ahora se ha convertido en una especie de celebridad, compartiendo el escenario con evangelizadores como Billy Graham y tomando la mano del ex presidente Bill Clinton para orar.

Un ex adicto a la heroí­na, Stanley usa su propio viaje de Graceland a la gracia del Señor como ejemplo del amor redentor de Cristo. Pero en sus sermones, Jesús y Elvis comparten el sitio de honor en los créditos.

El Rey es el boleto de Stanley para «ir a lugares y hacer cosas por las que grandes hombres de Dios han orado».

«No tendrí­a nada sin Elvis», dice. «Serí­a una piltrafa».

Stanley no se disculpa por usar el nombre de Elvis para predicar, pero hay quienes creen que deberí­a. Algunas personas que fueron muy cercanas a Elvis ponen en duda la sinceridad de la conversión de Stanley. Dicen que ha exagerado su ví­nculo con el cantante, que el dinero que acepta es para su beneficio personal.

Lo peor de todo, dicen, es que aún tiene que decir la verdad sobre el dí­a que el Rey murió.

Para Jerry Schilling, manager y amigo de la infancia de Elvis, Stanley «no existe».

En un restaurante de la Interstatal 95, Stanley pone un teléfono móvil, un Apple iPad y una Biblia sobre la mesa. Se acerca al final de una gira por Carolina del Norte que incluye cinco escuelas, un colegio comunitario y tres iglesias en ocho dí­as.

A sus 56 años, es 14 años más viejo que Elvis cuando éste murió. Ha estado de gira por casi el mismo tiempo que su famoso hermanastro estuvo en la Tierra.

El predicador tení­a cinco años cuando él y sus hermanos, Billy y David, entraron en la vida de Elvis.

Era 1958 y la familia viví­a en Alemania Occidental, donde su padre Bill Stanley estaba destacado con el Ejército. Ese mismo año, un joven recluta llamado Elvis Presley llegó, en compañí­a de su padre Vernon.

Bill Stanley era alcohólico, y su esposa Dee, muy infeliz. Entonces ella conoció a Vernon y antes de que se dieran cuenta, los chicos estaban en el asiento trasero de un Lincoln Continental con rumbo a Memphis, Tenesí­. Cuando el auto finalmente se detuvo frente al número 3764 de la Autopista 51, hoy llamada bulevar Elvis Presley, «era como un parque de diversiones para mí­».

Stanley dice que entró a la sala de música. Ahí­, recargado en el equipo de sonido y cantando a la par de un disco de música religiosa, estaba Elvis.

El cantante, cuyo gemelo nació muerto, entregó regalos a sus nuevos hermanos.

Elvis los consentí­a rentando una sala de cine o un parque de atracciones para ellos. Su sirvienta los llevaba a la escuela en el Cadillac rosa.

A los 16, Stanley abandonó la escuela y se unió a las giras de Elvis como parte de la «Mafia de Memphis», el cí­rculo cercano del artista. Pronto, según relata, caminó por los pasillos de la mansión Playboy y se iba de fiesta con personalidades como Jerry Lee Lewis y la banda Led Zeppelin.

Como ayudante de su hermanastro, Stanley con frecuencia se encargaba del «maletí­n negro» que contení­a el dinero, tarjetas de crédito, joyas y, conforme pasaron los años, los medicamentos de Elvis.

Entregar las pí­ldoras se volvió parte de la rutina de Stanley, dice. Antes de un concierto, habí­a que darle un masaje, café y Dexedrina. En los interludios, toallas para secar el sudor y Valium para tranquilizarse. De regreso en el hotel, revisar el humidificador, llenar la hielera con agua mineral y «llevarle sus medicamentos de la noche».

Stanley también tomaba pí­ldoras. Cuando fue arrestado en 1975 por tratar de usar una receta falsificada para comprar Demerol, Elvis lo sacó personalmente de la cárcel.

Entró en rehabilitación y fue brevemente excluido del séquito. Se volvió adicto a la heroí­na y tuvo que ser hospitalizado por hepatitis.

«Todos los de la Mafia de Memphis sabí­an que uno de los dos iba a morir: Elvis o Ricky», dice el predicador.

Stanley cuenta que durante ese periodo obscuro se sembraron las semillas de su conversión.

En el ocaso de la era Disco, Elvis ya pesaba 113 kilos (250 libras) y tomaba puñados de pí­ldoras al dí­a. Las cosas estaban tan mal que los miembros del séquito de Presley estaban las 24 horas del dí­a pendientes de él.

El 16 de agosto de 1977, el turno de Stanley debí­a comenzar al mediodí­a.

Stanley dijo que la noche previa estaba en Graceland y que se sentó en la cama de Elvis para hablar de oraciones y fe.

Ocho horas después, el Rey habí­a muerto. La causa oficial de la muerte fue ataque cardí­aco, pero las pruebas revelaron una potente mezcla de fármacos de prescripción en el cuerpo de Elvis.

El dí­a que murió, Elvis debí­a salir de gira. Stanley dice que tení­a varias encomiendas por cumplir antes de partir y que pidió a su hermano David que cubriera su turno.

Dice que estaba en un restaurante de Memphis con una mujer cuando tuvo la repentina sensación de que algo estaba mal en la mansión. Afirma que llegó justo cuando la ambulancia partí­a.

Pero de acuerdo con Dick Grob, jefe de seguridad de Elvis, David Stanley admitió que él y su hermano habí­an estado de fiesta toda la noche acompañados por mujeres en un hotel cercano, y que estaban inconscientes cuando Elvis murió.

El médico personal de Elvis, George Nichopoulos («el doctor Nick»), repitió las acusaciones en su propio libro, el cual se publicó este año.

Rick Stanley reconoce que tomó drogas la noche anterior, pero que estaba sobrio cuando dejó a Elvis y a su prometida, Ginger Alden, en cama en Graceland esa mañana. Aun si hubiera estado ahí­, dice que duda que hubiera habido alguna diferencia.

Luego del funeral de Elvis, Stanley se mudó a California y después a Fort Walton Beach, Florida.

Fue ahí­, en una pequeña iglesia, el 16 de octubre de 1977, dos meses después de la muerte de Elvis, que dio su primer sermón.

El evangelizador Moody Adams, de Luisiana, oyó sobre la conversión de Stanley y le pidió hablar en una asamblea. Moddy dijo que recurrió a Stanley «porque era una atracción, por supuesto, en ese tiempo».

El 2 de julio de 1978, cuando llegó al estadio donde se realizarí­a la asamblea, la policí­a estaba desviando el tráfico y habí­a personas con pancartas; esta vez era por él.

«Y me di cuenta en ese momento por qué pasé todo lo que pasé como niño y como adolescente», escribió Stanley en su libro de 1986 «The Touch of Two Kings» («El toque de dos reyes»). «Â¿Por qué fui yo el hermano de Elvis Presley? ¿Por qué yo fui salvado? Fue por esto».

Stanley se casó con Robyn Moye en septiembre de 1978. Tiempo después regresó a la escuela y obtuvo un tí­tulo como técnico universitario en divinidad.

Stanley y su esposa (tienen dos hijas) viven en Niceville, Florida.

En sus años como predicador, Stanley dice que ha visitado más de 4.000 iglesias y que hace presentaciones en 200 escuelas al año para fomentar el rechazo a las drogas.

No todos creen en su renacimiento espiritual.

«Los Stanley, incluido Ricky, te mentirí­an con dos Biblias en la mano», escribió Marty Lacker, amigo de Elvis y su ex contable, en un correo electrónico enviado a The Associated Press.

Si las cosas no son exactamente como las recuerda, Stanley lo atribuye a su mala memoria, los efectos de su adicción o a «déficit de atención de adulto».

David Stanley, quien es coautor de un libro e hizo una pelí­cula sobre su vida con Elvis, dice que muchas de las crí­ticas son producto de la envidia.

«Lo único que no pueden quitarle a Ricky Stanley es el hecho de que era hermano de Presley», dijo a la AP en entrevista telefónica.

Rick Stanley dice que está dispuesto a aceptar su parte de la culpa por la muerte de Elvis, pero no toda.

«La gente no sabe la culpa con la que he cargado», dice con voz suave. «Soy el chico que se supone debí­a estar ahí­ para mantenerlo vivo, ¿sabes? Y nunca he huido de eso».