Strasnoy ofrece «Un regreso» en forma de viaje í­ntimo


Vista de la ópera compuesta por Stranoy. FOTO LA HORA: AFP GERARD JULIEN

Valor ascendente de la creación lí­rica, el compositor argentino Oscar Strasnoy acaba de firmar una ópera en forma de viaje í­ntimo, «Un regreso»: un tí­tulo muy apropiado para marcar la reinstalación del prestigioso festival francés de Aix-en-Provence en el bucólico marco de Grand Saint-Jean.


Estrenada la noche del domingo, la obra se representará hasta el 17 de julio en esa propiedad que el festival habí­a abandonado estos últimos años.

«Un regreso», ópera de cámara de una hora, se representará concretamente en el patio del castillo renacentista de Grand Saint-Jean.

A sus 39 años, Oscar Strasnoy está viviendo un 2010 particularmente denso en el frente lí­rico. Después de la creación de «Baile» a partir de Irí¨ne Némirovsky en Hamburgo en marzo, asistirá en noviembre en la ciudad francesa de Quimper al nacimiento de otra ópera montada por él, «Cachafaz», a partir de Copi (1939-1987), otro argentino afincado en Francia como Strasnoy o el escritor Alberto Manguel, que adaptó en persona su novela «El regreso» para transformarlo en libreto de «Un regreso».

Seguimos los pasos de Nestor Fabris, que regresa a su paí­s natal después de años de exilio para huir de la represión. Se cruza con unos cuantos fantasmas, entre ellos Marta, la mujer a la que amó. Como el Eneas de Virgilio, Fabris abandonó a su Didon y desciende a los Infiernos. Manguel hace una traducción moderna con el nombre de Dis (de desgracia, infamia, sombrí­o).

Oscar Strasnoy trata este viaje í­ntimo, melancólico y espectral con medios adecuados. El efectivo instrumental es restringido y su originalidad (dos pianos, dos percusiones, una trompeta y un trombón a veces taponados) es una fuente feliz de singularidad.

A los dos cantantes principales (un barí­tono muy humano, una mezzo con aires de trágicos), que cuentan con partes de lí­neas generosas, responde un coro antiguo muy madrigalesco. Está encarnado por el conjunto Musicatreize de Roland Hayrabedian, que concluye así­ un ciclo de siete cuentos musicales encargados a otros tantos compositores, todos publicados como libros-discos por la editorial Actes Sud.

La puesta en escena corre a cargo de Thierry Thieí» Niang, colaborador de Patrice Chéreau en varios espectáculos, que asume bien las imposiciones de este teatro al aire libre desprovisto de cuadro escénico. Algunos elementos de señalización (una pancarta hotelera, una señal luminosa de taxi, una pared de cristal que simboliza la entrada de los Infiernos…) bastan para balizar el vagabundeo del héroe, bajo las luces vivas de Eric Soyer.

Esta realización es modesta pero tiene sentido, una vez que se hace de noche, después de haber sido invitado el espectador a realizar su propio viaje en diferentes rincones (un sotobosque, un prado, un claro) de Grand Saint-Jean. Un solo bailado, un instante vocal italiano y breves lecturas para expresar el aislamiento, el amor, la muerte en un remanso natural cuya magia incita a la evasión.