La música es vital en la vida de Stanislas Wawrinka, el hombre que impactó hoy al mundo del tenis conquistando el Abierto de Australia para instalarse inesperadamente como el tercer mejor jugador del planeta.

«Me fui con mi música por ahí para olvidarme de todo y preparar la final», explicó el suizo horas antes de derrotar al español Rafael Nadal y alzar su primer trofeo de Grand Slam.

Sin música, Wawrinka es menos. En el verano suizo se lo puede encontrar alguna noche en el festival de Montreux, sobre el Lago de Ginebra, y en los torneos no se separa de su reproductor y sus listas de temas.

Hijo de alemán y suiza, nieto de checos, la nueva estrella del tenis se mueve entre Lausana y Ginebra, las dos principales ciudades francoparlantes de Suiza.

Que Wawrinka era dueño de una sensibilidad superior para jugar al tenis y de un revés de bella perfección era sabido, pero que a eso fuera capaz de sumarle decisión y fortaleza mental es una novedad de los últimos meses. Dos derrotas dolorosísimas, paradójicamente, permitieron su despegue como jugador.

Ambas fueron ante el serbio Novak Djokovic. La primera por 12-10 en el quinto set en los octavos de final de Australia 2013 y la segunda por 6-4 en el mismo parcial en las semifinales del US Open de aquel año. Este año, en Australia, demostró que podía hacer honor al apodo de «Stan the man» y eliminó al serbio con un 9-7 en el quinto en los cuartos de final.

 Casado desde 2009 con Ilham y feliz tras años con problemas de pareja, Wawrinka es padre de una niña, Alexia, que en febrero cumplirá cuatro años. Es Alexia la que más complicada le hace la vida en el circuito: prefiere que pierda, porque así ve antes a su padre.

Que su mayor triunfo llegara a los 28 años es coherente con su estilo pausado y con su necesidad de sentirse merecedor del éxito. Durante mucho tiempo creyó que no era para él, sino para los otros.

 Para Roger Federer, por ejemplo, que tras 13 años como número uno suizo verá desde mañana a Wawrinka desde bastante distancia. Él, quizás el mejor jugador de todos los tiempos, en el octavo puesto del ranking mundial. Stan, el ganador tardío, en el tercero, sólo por detrás de Nadal y Djokovic.

Algunos roces hubo entre las dos grandes figuras del tenis suizo, en especial durante la derrota en la Copa Davis de 2013 ante Estados Unidos. Pero la admiración es mutua y más fuerte que cualquier cosa. Uno de los primeros llamados que recibió Wawrinka hoy fue de Federer, beneficiario además directo del éxito de su compatriota, ya que Nadal se mantiene, con 13 títulos de Grand Slam, a cuatro del récord de «Rogi».

 Wawrinka pareció hoy sentirse culpable de estar ganándole a un Nadal con la espalda bloqueada. Le costó sobreponerse a los problemas de su rival, lo que confirma su fama de ser una de las mejores personas en el circuito.

 «Rafa, lo siento mucho por ti, espero que tu espalda vuelva a estar bien, eres una gran persona y un gran campeón, tu regreso la temporada pasada fue impresionante», dijo el suizo al español.

«Ésa no es la forma en la que uno quiere ganar un partido», admitiría luego. «Pero cuando sucede, hay que aprovecharlo. Quizá esté sólo una vez en la vida en la final de un Grand Slam».

   Los tatuajes suelen ser para siempre, pero Wawrinka tendría buenas razones para ir a borrarse el que desde hace un año lleva en el brazo izquierdo.

   Es una frase del poeta irlandés Samuel Beckett: «Lo intentaste alguna vez, fracasaste. No importa, inténtalo de nuevo. Fracasa mejor».

«Es una cita que llevaba en mi cabeza hace tiempo. Explica cómo veo la vida y, especialmente, el tenis», dijo antes de mostrar que no todo es arte en su tenis y en su vida, aunque el gusto por hablar con ironía siempre lo acompañe: «Creo que hay una buena posibilidad de que me emborrache esta noche».