Spielberg: un cineasta con vocación polí­tica


Steven Spielber viajó a China en 2006 para iniciar con su proyecto para la imagen de las Olimpiadas de este año. Sin embargo, esta semana desistió, debido a diferencias polí­ticas con el Tigre Asiático.

El cineasta estadounidense Steven Spielberg abandonó su papel de asesor artí­stico de los Juegos Olí­mpicos de Pekin como una medida de fuerza a favor de Darfur, acción respetada pero no compartida por Washington ni China aunque aplaudida por activistas de los derechos humanos.


A pocos dí­as de la decisión del artí­fice de «Tiburón», potencias mundiales ratifican su presencia en los juegos, polemizan sobre la conveniencia o no de las palabras de Spielberg o aprovechan a criticar la situación de derechos humanos en China, pero pocos incluyen a Darfur en sus comentarios.

«Yo voy a las Olimpiadas. Yo percibo las Olimpiadas como un evento deportivo», respondió el presidente George W. Bush a la cadena británica BBC el jueves, tras recordar con ironí­a que tení­a «una pequeña plataforma de diferencia con Steven Spielberg».

El creador de «Indiana Jones» lanzó un pistolazo para reforzar una campaña en favor de Darfur, lo cual significó una pérdida de brillo para los créditos de las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos Olí­mpicos, que se disputarán del 8 al 24 de agosto.

Spielberg explicó que adoptó su decisión tras realizar esfuerzos fallidos por convencer al gobierno chino de usar su influencia para estabilizar Darfur.

«El gobierno de Sudán carga el grueso de la responsabilidad por estos crí­menes en desarrollo, pero la comunidad internacional, y particularmente China, deberí­a hacer más para poner fin al prolongado sufrimiento humano» en Darfur, destacó el director de Hollywood.

Los ví­nculos polí­ticos entre Pekí­n y Jartum son considerados un freno a los esfuerzos internacionales para presionar a las autoridades sobre la necesidad de resolver la crisis en Darfur, que ha dejado unos 200 mil muertos y dos millones de desplazados en los últimos cuatro años, según la ONU.

Actrices como Mia Farrow y Emma Thompson, el músico africano Hugh Maseleka, los premios Nobel de la Paz, el obispo sudafricano Desmond Tutu y el abogado iraní­ Shirin Ebadi, aplaudieron a Spielberg a la par de Human Rigth Watch.

Pero los gobiernos de China, Estados Unidos e incluso Sudán coincidieron en una sola cosa: No hay que mezclar el deporte con la polí­tica.

«No queremos que un acontecimiento esperado por el mundo entero, se vea perturbado por problemas polí­ticos. Es contrario al espí­ritu olí­mpico», afirmó el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores chino, Liu Jianchao.

Otras voces de activistas recordaron que también se debe presionar para que China se apegue al respeto de los derechos humanos.

«Spielberg tomó una decisión personal, es su derecho», estimó la jefa de la diplomacia estadounidense Condolezza Rice al responder a un congresista estadounidense sobre la conveniencia de que Washington boicotee los Juegos Olí­mpicos de Pekí­n.

«El papel de Estados Unidos no es juzgar quién debe participar en los Juegos Olí­mpicos o no. Continuaremos más bien manifestando nuestras diversas inquietudes por los derechos humanos y la libertad en China», indicó Rice.

Hasta el comité olí­mpico de Sudán reaccionó en un tono similar al de Washington y Pekí­n.

«Siempre hemos estado en contra de meter la polí­tica en el deporte y nunca mezclaremos las dos cosas», dijo el jueves en Jartum, el presidente de este comité y general retirado Salah Mohammed Saleh.

Según el hombre que en los últimos 38 años ha navegado como pez en el agua en el séptimo arte, su tiempo y su energí­a «no deben dedicarse a la ceremonia de los Juegos Olí­mpicos, sino a hacer todo lo posible para poner fin a los inenarrables crí­menes contra la humanidad que se siguen cometiendo en Darfur».

Una medida polémica pero nada ajena a este «Rey Midas» de los efectos especiales que nunca ha renunciado a exponer su visión de hechos tan sensibles como el racismo, el holocausto o el terrorismo.

«Munich», la crónica de celuloide lanzada en 2005 sobre el trágico atentado contra atletas israelí­es por parte de un grupo terrorista palestino durante los Juegos Olí­mpicos de 1972, siguió la lí­nea de ese tipo de filmes, como «El color púrpura» (1984), «La lista de Schindler» (1993), y «Amistad» (1997).

A sus 61 años, Spielberg quiso advertir sobre un drama indiscutible, provocando una noticia que al menos coloque en las primeras planas del mundo las palabras «genocidio» y «Darfur».

Pero solo su nombre fue titular y hoy se discute más sobre su medida que sobre la masacre en Darfur y el compromiso internacional para detenerla.

«No queremos que un acontecimiento esperado por el mundo entero se vea perturbado por problemas polí­ticos. Es contrario al espí­ritu olí­mpico».

Liu Jianchao

portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores chino