Spe Salvi Facti Sumus: En esperanza fuimos salvados


Homenaje a Su Excelencia monseñor Oscar Julio Vian Morales, en su toma de posesión como nuevo arzobispo metropolitano de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala.

Por Raúl Hernández Chacón.

El 30 de noviembre de 2007 fue publicada en Roma esta importante y valiosa Carta Encí­clica para todas y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En la introducción sobresale una de las ideas fuerza más significativas de esta encí­clica del Magisterio de la Iglesia Universal: «EL PRESENTE, AUNQUE SEA PRESENTE FATIGOSO, SE PUEDE VIVIR Y ACEPTAR SI LLEVA HACIA UNA META, SI PODEMOS ESTAR SEGUROS DE ESTA META Y SI ESTA META ES TAN GRANDE QUE JUSTIFIQUE EL ESFUERZO DEL CAMINO». Aquí­ subyace una idea núcleo que identifica la meta con la esperanza. La Esperanza es, según el mismo texto, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente.

La Esperanza es un concepto personal, intimo y de una profundidad tal, que sólo puede ser entendido, comprendido y vivido dependiendo del grado de certeza que se tiene respecto a la vida, el mundo, la persona. Por eso más adelante en la misma introducción se hace la pregunta ¿De que tipo de certeza se trata?

La esperanza, la certeza de la esperanza, frente a un mundo que se opone a la vida misma, en el que la violencia, la muerte, la inseguridad, el secuestro, la amenaza, la extorsión, la violación a los derechos humanos, la injusticia y la mentira campean en todos los escenarios de la sociedad, el hombre y la mujer se ven necesitados, dentro de su propia fragilidad, a buscar respuestas que respondan a esta realidad existencial.

En este sentido, en este contexto, la Encí­clica plantea un mensaje humano y cristiano por medio del cual, esa búsqueda de respuestas a lo incomprensible del ambiente que rodea al ser humano en el mundo de hoy, que no es nada diferente al mundo de ayer, es lo que llamamos la esperanza, la meta, la respuesta a la búsqueda de la injusticia, es la esperanza del cambio que puede producirse en la actitud de lo irracional de que es capaz el mismo hombre. En el contexto guatemalteco, en nuestra historia reciente, los 36 años de conflicto armado interno, que dejaron un saldo de más de 150,000 muertos, 380,000 huérfanos, 100,000 familias desintegradas y más de 200,000 refugiados, son hechos concretos de una tragedia espantosa que sólo es explicable, mediante la esperanza de la construcción dí­a a dí­a de una Guatemala diferente: Incluyente, con equidad, democrática, participativa, respetuosa de la dignidad de la persona humana.

En el siguiente capitulo LA FE Y LA ESPERANZA: Se desarrollan los términos identificándolos como respuesta del logos- el sentido y la razón- de su esperanza. Esperanza equivale a fe. Esto significa «El haber recibido como don una esperanza fiable que fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos». Frente a la tragedia de la persecución de que fueron victimas los primeros cristianos, un motivo explicaba su martirio: la esperanza, una vida futura, plena y llena de amor. Hoy como ayer frente a la injusticia, la esperanza del cambio. Por eso se encuentra, en esta parte de la encí­clica que comentamos, que la esperanza: «No es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber si no una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta obscura del tiempo, del futuro ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva». Además pedagógicamente explica: «En nuestro lenguaje se dirí­a: el mensaje cristiano no era sólo informativo sino formativo».

Mas adelante en el punto 3 de esta maravillosa Encí­clica se define de manera precisa la esperanza. «Llegar a conocer a DIOS, al Dios verdadero, eso es lo significa conocer la esperanza». El documento plantea la problemática respecto a la cual vivir sin Dios es vivir sin esperanza. Cabe aquí­ considerar que la muerte fí­sica no es la muerte absoluta, es un tránsito a una nueva vida al alcance y el disfrute de una realización personal y comunitaria a plenitud. Si hay alguna caracterí­stica que diferencie a un cristiano de los demás, es la confianza y la seguridad y la esperanza de una vida futura que en muchas ocasiones puede experimentarse en el hoy, en el aquí­, y en el ahora: En la confianza al otro, en el desprendimiento para compartir con el otro, sobre todo el mas necesitado, en la enfermedad como prueba para un mañana menos doloroso.

La encí­clica que ocupa nuestra atención está dividida en 50 apartados dentro de los cuales el hilo conductor es la esperanza. Una esperanza en contraste permanente con hechos históricos, con referencias de aportes de pensadores, filósofos y personajes de la historia.

Por ejemplo en el número 18 haciendo referencia al progreso derivado de las acciones humanas se refiere a 2 categorí­as fundamentales: razón y libertad. «pero ambos conceptos claves, razón y libertad, el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los ví­nculos de la fe y de la Iglesia así­ como con los ví­nculos de los ordenamientos estatales de entonces». Esto último se refiere a la revolución francesa, definida «como el intento de instaurar el dominio de la razón y de la libertad «. Expresado en el numero 19.

Es de hacer notar como un aporte, los referentes de este importante documento a la razón y a la libertad, que como valores difí­cilmente se practican en la cotidianidad de la existencia humana. Sin embargo, en este aporte, se quiere expresar el énfasis en la perspectiva humana más que en la historia y en la filosofí­a por eso en el número 38 se expresa:

«La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana.

La Lección pedagógica de esta reflexión de aproximación a la carta encí­clica: «en esperanza fuimos salvados», pretende ser una llamada a la atención de los educadores y educadoras para su lectura, análisis y puesta en practica en tres dimensiones: Primero: a la persona en su individualidad intima, que significa la posibilidad de conversión, del perdón, de la esperanza, de la felicidad plena en lo í­ntimo de su ser como persona humana. Segundo: Al profesional de la educación en su dimensión pedagógica, como fuente de inspiración en el desarrollo y desempeño de su ser de educador y su relación dialógica y de comprensión humana en el marco de la comunidad educativa, como agente principal del proceso de cambio que requiere hoy la educación guatemalteca. Tercero: A la sociedad en general, en la búsqueda permanente de la posibilidad perfectible de la democracia como forma de convivencia social, de la promoción de la justicia, la verdad y la libertad y de una solidaridad humana inspirada en la equidad e inclusión.

Esta reflexión es un homenaje al nombramiento del nuevo Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, SU Excelencia Monseñor í“scar Julio Vian Morales, nombrado el 2 de octubre del 2010. Información registrada en el periódico La Hora el dí­a sábado 2 de octubre del 2010 y quien tomará posesión de su nuevo cargo hoy 4 de diciembre del 2010, en la Catedral Metropolitana de Ciudad de Guatemala.