Soslayemos un rato los temas espinosos y hablemos del sabroso folclor chapí­n


Nos deleitamos unos momentos leyendo las tres primeras páginas -entre otras- del Suplemento Cultural de este influyente vespertino que brindó la edición correspondiente al sábado 5 de este mes de la independencia patria.

Marco Tulio Trejo Paiz

En esos espacios, Ramiro MacDonald, hijo de nuestro estimado colega y amigo Ramiro MacDonald Blanco (¡flaaash!), lamentablemente ya desaparecido, desarrolló con mixtión de seriedad y jocosidad un tema, por cierto poco común publicado en los medios de comunicación, bajo el tí­tulo «Apodos Chapines».

En los órganos del periodismo profesional (nacional y departamental) casi no se escribe nada al respecto, mas sí­ en relación con la riada de hechos que borbotean cada dí­a que pasa hasta en los confines del paí­s, hechos que por lo general son nada agradables, nada edificantes, nada patrióticos ni nada cristianos…

Ramiro hizo algunas citas de personajes que acertadamente se han referido a los apodos, motes, alias, sobrenombres, mendigos y a los sinónimos de éstos (pordioseros, menesterosos, etcétera). Dicho sea de refilón, se mencionó el vocablo «limosnero», que se trata del que da limosnas, no del que las pide o recibe.

Todo eso, enfocado en su artí­culo con visos de interesante reportaje de MacDonald Jr., se aparta de la serie y es letificante.

Los guatemaltecos ya estamos acostumbrados, por así­ decirlo, a leer en los periódicos y en las revistas; y a escuchar en los noticieros radiales y televisados noticias sobre las «bellezas diabólicas, macabras» del crimen organizado; sobre las niñerí­as de los pandilleros juveniles (también los hay entraditos en años); sobre los batacazos y las garfadas millonarias de los diputados al Congreso; sobre El Sombrerón hondureño (Manuel Zelaya), el plañidero; sobre la corrupción «cuasi» generalizada a lo alto y a lo bajo, así­ como con relación a todo lo demás que tiene salpicada de cieno y de sangre a esta pobre Guatemala nuestra.

Podemos decir que nuestro folclorismo es sui géneris. En otras latitudes tiene a la vez buena expresión, pero difí­cilmente nos aventaja?

Los apodos siempre han estado de moda en todos los tiempos. Se adjudican a quienes por fas o por nefas hacen turno en los puentes de mando, a los polí­ticos del desacreditado partidismo, a los profesionales de las distintas áreas, a los liderejos del sindicalismo, a los homosexuales -incluidas las lesbianas-, a muchos colegas de las entidades gremiales y de los medios en general y, para qué seguir extendiéndonos en tal sentido? Valga decir que eso ¡por sabido se calla!

En todos los departamentos de nuestro patio í­stmico se forman personajes «pintorescos» por bendecirlos con los apodos o los sobrenombres.

Hay quienes ni siquiera se inmutan cuando se les nombra por los motes, más bien sueltan sonoras carcajadas hasta lagrimear por ese motivo, pero no faltan los quisquillosos que reaccionan hasta con violencia al escuchar sus hilarantes «apelativos» que les quedan como calcomaní­as o que los dejan tatuados?

Jutiapa, nuestro querido terruño, tiene fama de haber conquistado un campeonato con los apodos inofensivos y algunos ofensivos?

Por ejemplo, se convirtieron en personajes célebres, de la pura cepa popular, Tí­o Panta, un ciego que repartí­a varapalos a diestra y siniestra cuando se le silbaba; Ví­ctor Camión, un humilde mortal que soportaba pesadas cargas del comercio como cruz a cuestas; la Zumba, una mujer que vendí­a sus caricias sexuales a soldados, policí­as y otros cachondos; la Trinis, otra que conseguí­a unos centavos entre la picaresca patojada al subirse hasta la cintura la ropa para exhibirse como Eva; Pistolita, un individuo que a muchos-muchos les sacaba un pequeño «escupefuego» cuando lo molestaban; Lan Cutulán, un hombrecillo jorobado, harapiento, que le gustaba la «cusha» (la alegrí­a embotellada) pero gratis, a quien a veces unos de la causa lo dejaban «empeñado» en las «fondas» porque no podí­an pagar el consumo del espiritoso producto? ¡Nos serí­a difí­cil hacer desfilar los motes de tantos jutiapenses y, además, de otros lugares de la geografí­a patria que enriquecen el chapiní­simo folclor!

El diario LA HORA, una tribuna de prensa del campo independiente, colocada al servicio de los guatemaltecos sin distingo alguno, se mantiene abierta y en alto dando cabida al pensamiento de los hombres y de las mujeres que, haciendo uso de la libertad de expresión, dan rienda suelta a sus inquietudes.

Recalcamos: Ya dejamos de soslayo, por ahora, la montaña de problemas que danzan por aquí­ y por allá en el cotarro para dar paso a cosillas que pueden contribuir en alguna forma a atenuar las pesadillas que nos abruman en esta hora dramática de nuestra pobre Guatebella. Y? ¡hasta la próxima semana, si Dios quie!