Los problemas de Paul Sorvino con su ópera prima, «The Trouble with Cali», quedarían finalmente atrás.
Armado con 500.000 dólares en fondos de los contribuyentes, el director debutante y astro de «Goodfellas» filmó su cinta independiente en Pensilvania hace seis años, pero el proyecto se quedó corto de dinero y los políticos en Scranton exigieron saber qué pasó con su inversión. Sorvino, en tanto, quedó asombrado y dolido de que alguien pusiera en entredicho su integridad.
Sorvino espera que todo eso quede en el pasado ahora que su proyecto se estrena el martes en el Festival de Cine de Sedona, en Arizona.
El actor de 72 años se dijo orgulloso de la comedia negra, sobre una aspirante a bailarina y sus padres disfuncionales. Su hija, la actriz ganadora de un Oscar Mira Sorvino, tiene un pequeño papel como profesora de ballet; su otra hija Amanda escribió el guión y la mayor parte de la música; y su hijo Michael produjo el filme y también aparece en pantalla. El mismo Sorvino hace el papel del padre de Cali.
«Es la pequeña película que sí pudo», dijo Sorvino, haciendo referencia al cuento infantil «La pequeña locomotora que sí pudo», sobre una pequeña locomotora que con optimismo y trabajo arduo llega lento pero seguro a su destino.
El acuerdo de la cinta recibió un empuje inicial en el 2005 del entonces comisionado del condado de Lackawanna Robert Cordaro, quien llamó a Sorvino un «héroe de la ciudad» y dijo que su decisión de rodar en la cercana Scranton impulsaría el atractivo de la región como un destino de bajo costo para los cineastas.
Cordaro perdió la reelección en el 2007 y luego fue acusado de extorsionar negocios que tenían contratos con el condado. El mes pasado fue sentenciado a 11 años en prisión por cargos de soborno y extorsión.
Entretanto, la película de Sorvino se estancó en postproducción, y el sucesor de Cordaro dijo que el condado, con fondos limitados, no podía apostar su dinero en una cinta independiente. El condado le pidió a Sorvino en el 2008 un «informe completo del uso del dinero invertido».
Sorvino tomó la crítica — y cualquier insinuación que de malgastó dinero público — como una ofensa.
«Tengo estándares muy altos para mi comportamiento y una muy buena ética. No haría algo así del mismo modo en que no saltaría de un edificio rociado de gasolina», dijo Sorvino, cuyos lazos con Scranton datan de hace 30 años.
La publicidad negativa, aunada a la crisis económica nacional, dificultó cada vez más que los Sorvino consiguieran el financiamiento necesario para terminar la cinta. Paul Sorvino terminó gastando 300.000 dólares de su propio bolsillo en el filme, cuyo presupuesto total fue de 1,3 millones. Dijo que fue imprudente — los directores «siempre deben usar dinero de otros» — pero necesario.
«Puse mucho de mí porque no podía permitir que el proyecto se desmoronara. Tenía que hacerse», dijo.
Aunque frustrante, el prolongado retraso le permitió al clan Sorvino llevar la historia hasta donde realmente querían. En la sala de edición, desecharon material que una vez creyeron esencial pero que terminaron considerando superfluo. Al final, Michael Sorvino dijo, «Cali» emergió como una mejor película.
La familia espera hacer ruido en el circuito de festivales de cine, comenzando esta semana en Sedona. Un estreno comercial es su meta suprema, aunque un acuerdo para transmitir la cinta por televisión también estaría bien, si eso hace de «Cali» un éxito financiero.
El mes pasado, el director financiero del condado le envió otra carta a Sorvino pidiéndole que lo actualizara sobre «Cali» y apuntando que los residentes del condado de Lackawanna tienen «gran interés … en relación con el progreso del filme».
Los Sorvino esperan que el condado pueda recuperar pronto su inversión, más un porcentaje de cualquier ganancia. A la larga, planean exhibir la cinta en Scranton, uno de los sitios favoritos de Sorvino y casa de muchos amigos suyos.
«Ha sido un camino largo y difícil, pero pienso que ahora tenemos muchas razones para exhalar y disfrutar de esta parte (del proyecto)», dijo Michael Sorvino.
A lo que su padre agregó: «Hicimos una película. ¡Voilà!»