Sórdido


julio-donis

La desaparición de Cristina Siekavizza ha generado una inusual atención en la escena pública a tal grado que el caso es seguido por los medios sobre un tono morboso de novela policí­aca. Las conjeturas que se hacen alrededor del caso empiezan a brotar desde un pozo de aguas putrefactas, estas incluyen la sordidez de las relaciones del entorno familiar; la compleja niñez del esposo; los silencios incómodos de la madre de Roberto Barreda, esposo de la ví­ctima;

Julio Donis

 


la incertidumbre tanto de la desaparecida como de los niños, hijos de la misma; las denuncias de fuga de información en el caso; los médiums consultados; los gritos de la ví­ctima la noche antes de su desaparición; el testimonio registrado de la empleada de los esposos Barreda Siekavizza; las conjeturas sobre las condiciones del noviazgo de los implicados; la indiferencia sospechosa de la familia de Barreda y el más reciente, la consideración que hace el Ministerio Público de solicitar la captura de la madre de Roberto B. ex Presidenta de la Corte Suprema de Justicia. Este caso de desaparición y presumible asesinato de una mujer tiene todos los elementos de un final trágico como el de tantos guatemaltecos, especialmente de mujeres; sin embargo hay razones que hacen de este caso, uno distinto a los de cientos de mujeres que han muerto asesinadas. El nombre de Cristina Siekavizza está en todos los medios, ha sido primera plana; en las redes sociales circula información con reclamos y debates a mares, basta ver la certera carta pública que enví­a una sobrina del asesinado Epaminondas González a Beatriz de León de Barreda; también se pueden ver videos que aluden la compasión o solidaridad con la familia así­ como demandas al sistema para que se haga justicia; vallas y mupis en las paradas de buses que ofrecen recompensas por cualquier información. Claramente no es el mismo despliegue que recursos e información que se hace con otras ví­ctimas, es claro también que las posibilidades materiales están movilizando presión pública para que el hecho no quede impune. Sin embargo es preciso relacionar esto con las condiciones de inequidad de este paí­s y su reflejo en las posibilidades el acceso a la justicia para los ciudadanos, la ley es para los que la pueden pagar o el que pueda movilizar la mayor cantidad de influencias. Tanto el caso de Cristina Siekavizza, como el de Mindy Rodas, como el caso de Emilia Quan y el de miles de mujeres, hombres y niños asesinados durante el genocidio, deben y merecen tener el mismo compromiso del Estado guatemalteco para ser esclarecidos, de eso depende la dignidad ya embargada de la sociedad guatemalteca. Pero hay otras razones no tan evidentes que subyacen en los sótanos de la conciencia; están relacionados con la dimensión pública del Estado y con la vida privada de los ciudadanos. Los hechos de violencia no suceden de manera aislada, son el resultado de la descomposición social y psicosocial del entorno, misma que tiene raigambres en un sistema de valores castrantes, mojigatos, dobles, represores que van moldeando y educando vidas y relaciones sórdidas, eso incluye a los que accionan la violencia como a los miembros del entorno del agresor. Por otro lado, en la esfera del Estado, especialmente en los territorios del imperio de la Ley hay contradicciones graves entre lo que se predica y lo que se prueba;  es por eso que este paí­s es el único en el mundo que necesitó de un ente especial internacional para que ayudara al sistema de justicia. Lo que digo es que hay un interés de un orden especial en la resolución de este caso, quizá porque se ven comprometidos intereses oscuros de los que solo predican y que chocan de frente con los intereses de los que además prueban los casos. Una posible relación entre estas dos dimensiones remitirí­a a preguntarse dónde termina la frontera del Estado y dónde empieza el espacio del individuo y por lo tanto también obliga a cuestionarse cuáles son los lí­mites de la responsabilidad pública entre esas dos fronteras. Dicho simple, en una sociedad huérfana de Estado y conservadora en sus valores, todos los dí­as se cocinan a fuego lento estos terribles casos en el seno de las impecables familias, que por el dí­a presumen y por la noche golpean, reprimen, esconden.