El aparecimiento de dos revistas que parecen competir por los lectores de ese tipo de literatura en nuestro ambiente, no hace sino evidenciar el deseo de ciertos actores con capital por crear espacios para mantenerse en la palestra y defender su propia visión de mundo. Me refiero a las revistas Contrapoder y Crónica.
Estos medios de comunicación en papel no deben verse como iniciativas aisladas, sino como parte de una estructura ideada para la conquista de las mentes. Por esta razón el gran capital compra canales de televisión, invierte en radio difusión y crea sus propias universidades. El objetivo último es penetrar la inteligencia mediante abstracciones, sutiles o viles, para hacernos ver que el mundo es tan sencillo como ellos lo imaginan.
Las revistas han sido creadas a la medida de sus cerebros. En primer lugar, Guatemala para ellos es la gran capital. Los indígenas no aparecen. Los columnistas son en su mayoría hombres, blancos, formados en universidades privadas. Las columnas de opinión son encabezadas por grandes fotografías (del tamaño del ego de sus autores) y la tónica es pontifical.
Muchos de los periodistas involucrados en las revistas creen para sí mismos que son críticos, moderados y objetivos. Les cuesta reconocer que son parte de un tinglado que beneficia a sus dueños y que favorece las ideas que tienen al país a merced del capitalismo salvaje. No se sienten ni de izquierdas ni de derechas, pero eso sí, se codean con los más conspicuos defensores de la ideología neoliberal, sin vergüenza, sin complejo, gustosamente.
Las revistas están llenas de información en miniatura o páginas a veces irrelevantes, lo importante en esos medios son los trabajos dedicados a la opinión y a la investigación. Son esos apartados los que ocupan las mejores páginas porque es a través de ellas que se intenta convencer a los lectores de sus propias perspectivas. El resto es relleno, entrevistas sosas, siempre de hombres exitosos o despreciables, según se quiera ver, pero sobre todo, de machos que con mañas o con honorabilidad que han logrado enriquecerse.
¿La literatura? ¿La música? ¿El deporte? Aún y cuando hay trabajos sobresalientes, como los escritos por Francisco Méndez en el área de las letras, el resto es trabajo de medianía. Pequeños poemas, reportajes de deportes norteamericanos o alguna idea más interesante. El propósito de ese sistema creado no es otro que insistir, remachar y grabar en las mentes de sus lectores las dos o tres ideas aprendidas por ellos en su catecismo neoliberal.
Me temo que aún estamos lejos de tener una revista crítica, abierta al diálogo e incluyente. Si uno fuera malpensado, hasta creería que son patrocinadas por Montana Exploradora de Guatemala, Cementos Progreso o la Asociación de Azucareros. No cabe duda que parecen un órgano de información de esas instituciones.