SOMOS UN POCO NECIOS


DESDE LA REDACCIí“N

Hay temas que no se pueden discutir con la gente. Bueno, con un sector de la gente, y para ser más especí­ficos con los amantes fanatizados del futbol. No es discutible, las pasiones humanas son necesarias para agregarle sazón a la rutina diaria. Es como la válvula de escape de los problemas cotidianos y donde además se descargan nuestras frustraciones, deseos y todos aquellos sentimientos que vacilan con las esperanzas y sueños.


El futbol es una religión y cuando salta a la palestra de discusión grupal se suelta un bagaje cultural muy interesante. Claro, por el í­mpetu que le ponen muchos, las charlas suelen terminar en golpes o enemistades. Los fanáticos casi siempre se ponen la camisola de sus equipos metiéndose tan de lleno en ese papel que crean santos entre los mismos jugadores. La pelí­cula O casamento de Romeu e Julieta (El Casamiento de Romeo y Julieta -Bruno Barreto, 2005-), dibuja en tono de comedia las rivalidades entre los amantes del futbol. Eso en los extremos, porque también están los moderados del grupo, aquellos que ven en el deporte de la pelota más famoso del mundo un mero entretenimiento y suelen visitar los estadios junto a hijos-padres-hermanos-primos-y-amigos para apoyar a su once de estrellas.

Así­ es el futbol, y para nadie es un secreto cómo los genios del marketing y los hacedores del dinero vieron en esa pasión desbordada el negocio de sus vidas. Alrededor del mundo se fueron creando luminarias y equipos de ensueño invirtiéndose abominables cantidades de dinero en jugadores, entrenadores, equipos técnicos, médicos, etcétera. Fueron constituyéndose ligas en todos los paí­ses para replicar los modelos y generar ganancias estúpidamente sorprendentes, no por nada los grandes negocios están en el futbol, dejando por un lado lo que atañe a la esencia del deporte. Los jugadores fueron piezas de mercado y no atletas, y las grandes compañí­as pusieron sus manos con mucho dinero para patrocinar eventos, todo por el bien del deporte mediatizado.

Estos monstruos deportivos llegaron a los paí­ses que soñaron con que sus nombres aparecieran en los calendarios de los mundiales. Iban naciendo federaciones para administrar los recursos y darle vida a súper equipos que aspiraban vencer a sus vecinos y colocarse en el ranking de naciones con buen futbol. Guatemala no fue la excepción, no por nada, nuestro paí­s es considerado como la meca de esta disciplina en Centroamérica. A cada poco son contratados con sueldos envidiables, jugadores de Honduras, El Salvador, Nicaragua. Costa Rica y Panamá paí­ses que siempre han demostrado mejores calidades deportivas que nosotros, pero es aquí­ donde se complace y se les tiene como reyes. Vienen acá atletas de la talla del arquero de la selección panameña a foguearse para cuando le toque defender el arco de su paí­s lo haga con la gallardí­a que no tenemos nosotros. Los mismos ticos, están por ejemplo Rolando Foncesca o Johnny Cubero, que con su futbol han otorgado tí­tulos de liga a Comunicaciones o Xelajú.

Este negocio no es fácil abandonarlo, más cuando hay unos cuántos milloncitos pululando por ahí­. Es una muy mala idea botarle la ilusión a los aficionados, que aunque ellos mismos vayan forjándose una idea de lo que realmente representamos en el mundo futbolí­stico como «potencia centroamericana», con las constantes derrotas el desencanto irá colocando a este deporte en el lugar que realmente merece y es en otorgarle al atleta aptitudes deportivas y lograr que sus aficionados locales disfruten los juegos por el mero amor a la pelota que por querer ocupar los espacios que no podemos por nuestra falta de visión de nuestro entorno.

Los nicaragí¼enses, por ejemplo, ahora con la bien merecida victoria que tuvieron esta semana, nos dieron un tortazo de realismo al demostrar que en su paí­s se invierte (bien o mal, allá ellos) para lo que son hechos. Vemos que el mayor porcentaje del dinero público destinado al deporte va para el béisbol y menos para las otras ramas, incluyendo el futbol. Acá, hay otras ramas que pelean por su reconocimiento. Allá está Julen Urigí¼en lanzándonos el llamado de atención desde Australia para abrirle los ojos a quienes merecen realmente los millones que se desperdician en el futbol.

POR ESWIN QUIí‘í“NEZ

eswinq@lahora.com.gt