Sololá y yo IV


Licenciado Rafael Téllez Garcí­a

Como consecuencia de ser un polí­tico, tengo necesidad de exiliarme el dí­a 12 de marzo de 1981, cuando mi Partido Revolucionario hacia gobierno, tengo que salir huyendo de mi patria. Momentos muy duros para quienes hemos tenido la mala suerte de encarar este problema. El sufrimiento es indecible. La familia tiene que soportar esta dura prueba, sin contar cosas í­ntimas que muchos desterrados saben.

Lo cierto es que hay presión familiar de apartarme decididamente de esa peligrosa actividad. Y a fe que esa es mi intención. Vuelvo a la patria. Principio a rehacer mi delicada situación económica en el bufete profesional. Se produce el golpe militar del 23 de marzo que saludo con toda sinceridad y emoción guatemalteca. No obstante aquellos difí­ciles momentos vividos en la temeraria huí­da hacia el ostracismo, pienso que el PR debe ser una salida para este paí­s convulsionado por la violencia y reincido con esa inquietud propia de un polí­tico de lograr una nueva imagen para ese partido.

Hay esfuerzos comunes e ideales renovados. Se producen las leyes por el triunvirato militar dictadas por el Presidente para encauzar al paí­s a la democratización y el tambaleante partido hostilizado por sus adversarios, inicia su reencuentro con sus bases y pretende atraer a sus viejos lí­deres.

Sololá es un departamento violentado. La penetración entonces muy difí­cil, la nueva dirigencia es acosada con cartas y proclamas salidas de mi pluma y soy desplazado de la misma. Esa dirigencia tiene que buscar en la nueva reestructuración del partido a otro lí­der capaz que pueda esforzarse para ponerlo de pie otra vez. No lo encuentra, entonces busca al antiguo dirigente y una nueva generación, que paso a paso se abre muy inteligentemente en el partido me convence para que reorganice las decaí­das fuerzas perristas en era región.

El PR fue derrotado en la última elección anulada por el triunvirato y con toda responsabilidad aceptó el reto.

Logrado en poquí­simos dí­as la reorganización con los viejos lí­deres polí­ticos del departamento con algunas deserciones respetables que habré de lamentar si no vuelven al PR.

Se anuncia la elección de la próxima constituyente a instalarse prontamente. Se me ofrece la oportunidad de ocupar un escaño para elaborar la CARTA MAGNA, el marco jurí­dico que ansiosamente espera el paí­s como una esperanza para frenar la violencia y volver a la paz y son esas bases partidarias las que me señalan con alguna oposición de mi parte. Declaro que soy un pesimista de que una Constitución propicie el milagro de esa paz anhelada. Pero como ciudadano es necesario contribuir a restituirla.

Continuará.