Socorristas siguen con ardua búsqueda de desaparecidos en nordeste brasileño


Niños juegan entre la ropa mojada, en un refugio para evacuados instalado en una escuela de Alagoas. FOTO LA HORA: AFP Evaristo SA

Luego del primer dí­a sin lluvias fuertes en algunas zonas afectadas por inundaciones en el nordeste de Brasil, que dejaron 45 muertos, los socorristas aprietan el paso para intentar localizar a cientos de desaparecidos y hacer llegar ayuda a decenas de miles de afectados.


Las crecidas de rí­os y arrastre de lodo en los estados de Alagoas y Pernambuco prácticamente desaparecieron algunas ciudades del mapa, constató la AFP.

El presidente Luiz Inacio Lula da Silva sobrevolará este jueves la zona del desastre, y se prevé luego una reunión con los gobernadores de los estados afectados para recibir un balance de la situación.

El gobierno federal prometió 55 millones de dólares de ayuda, la mitad de ese monto de forma inmediata.

La búsqueda de cuerpos y eventuales sobrevivientes se realiza desde el miércoles con la ayuda de perros entrenados, que son desplazados sucesivamente a las distintas ciudades afectadas.

A poco para que se cumpla una semana del inicio de las lluvias, los socorristas tienen dificultades para acceder a sitios aislados a causa de la caí­da de puentes arrastrados por la corriente de los rí­os, lo que alimenta el temor de que la cifra de muertos se dispare cuando las brigadas alcancen esas zonas.

Ahora que bajaron las aguas, la principal preocupación es localizar a las personas que permanecen desaparecidas, y acercar comida, medicamentos y abrigo a los más de 180.000 damnificados.

La ayuda va llegando muy lentamente a ciudades de Alagoas como Santana do Mundaú, Rio Largo y Branquinha, que fueron prácticamente destruidas por la crecida del rí­o Mundaú, se constató.

El poblado de Santana do Mundaú, a 90 km de Maceió (capital de Alagoas), quedó hecho trizas y ahora se asemeja a un gran basurero. Toneladas de desperdicios al aire libre hacen que el olor a podredumbre se acentúe, por lo que los habitantes recibieron mascarillas para sobrellevar las tareas de recuperación de sus pertenencias.

«No hay cómo empezar de nuevo. Hay que ir a otro lado», declaró Antonio Manuel Alves, de 56 años, ante el penoso panorama.

Donde antes se erigí­a la ciudad de Uniao dos Palmares, a 70 km de Maceió, ahora reinan los escombros, y sus habitantes sólo regresan para recuperar algunos ladrillos y tejas que les ayuden a recomenzar su vida en alguna otra localidad.

La mayorí­a de esas personas se encuentra refugiada en casa de vecinos, gimnasios o escuelas de ciudades cercanas.

El ministro de Defensa, Nelson Jobim, sobrevoló el miércoles la región y afirmó que su secretarí­a y el Ejército montarán un esquema para apoyar a las ví­ctimas y reconstruir las ciudades.

El Ejército movilizó un total de 1.700 soldados para atender una vasta área castigada por lluvias torrenciales desde el sábado y hasta el martes.

El agua destruyó localidades enteras y, en otros casos, dañó la precaria infraestructura de servicios existente, algo especialmente grave cuando se trata de centros de salud ya que el riesgo de enfermedades infecto-contagiosas aumenta por causa del agua encharcada y el barro.

En la localidad de Branquinha, a 80 km de Maceió, donde residí­an unas 15.000 personas, la pequeña Rafaela caminaba descalza junto a familiares cuando se lastimó el pie derecho y comenzó a sangrar abundantemente.

En medio del lodazal y aturdidos por el llanto, sus vecinos intentaron ayudar a desinfectar la herida con vinagre y con alcohol.

Los familiares de la niña fueron informados por periodistas en el lugar que el primer hospital de campaña estaba siendo montado en la entrada de la ciudad, especí­ficamente para casos de primeros auxilios.

Sin electricidad ni agua potable, con los comercios de alimentos totalmente arrasados por el agua y el barro, algunos pobladores son totalmente dependientes de la ayuda que llega, canalizada por el gobierno y en muchos casos por privados.

El agua potable es llevada varias veces al dí­a en camiones cisterna municipales, y almacenada al aire libre en grandes piletas de las que cada cual se sirve un poco para beber, cocinar o asearse.

Las autoridades federales continúan realizando una fuerte campaña de donación. Toneladas de alimentos, medicamentos, colchones y abrigos llegan de distintos puntos del paí­s, y en algunos lugares, la distribución se hace sólo mediante helicópteros.