El alemán Bernd Schuster, nuevo entrenador del Real Madrid, es un valedor del buen juego, un hombre muy querido por los hinchas del club ’merengue’, que, sin embargo, tienen que aceptar una herejía: es socio del eterno rival, el FC Barcelona.
Hace unos días, el presidente Ramón Calderón daba una conferencia de prensa en un hotel madrileño para resaltar, entre otros, los éxitos deportivos y financieros del Real Madrid esta temporada.
A título de introducción recordaba el apego que hay en España por sus clubes, resaltando que se era de por vida del Betis, del Real Madrid, del Barí§a o del Athletic de Bilbao, por ejemplo.
Un periodista no resistió las ganas de preguntarle qué pensaba de la situación de Bernd Schuster, candidato entonces a suceder al italiano Fabio Capello, y socio del FC Barcelona, con cuyos colores jugó desde 1980 a 1988.
«El problema es de Bernd Schuster», respondió lacónicamente Calderón, que ya pensaba en el técnico alemán, también ex jugador del Real Madrid, para la próxima temporada.
Bernd Schuster, nacido en Augsburgo (Alemania) en 1959, hace lo que puede con su «problema».
«Si yo soy socio del Barcelona… ¿entonces qué digo? La verdad es que a mí me da igual quién gane la Liga. Lo importante es que se ha puesto bonita y espero que se decida el último día», declaró el ya ex entrenador del Getafe poco antes del final del campeonato español.
Bernd Schuster, considerado el niño mimado del fútbol alemán de los años ochenta, jamás había estado tan diplomático.
Peleado con los directivos del Barí§a, el prodigioso centrocampista rubio hizo lo impensable en 1988, al firmar por el Real Madrid. Después de dos temporadas en la ’casa blanca’, se pasó al segundo rival más odiado de los aficionados del Real Madrid, el Atlético de Madrid.
Estas traiciones a repetición no le impidieron llenarse de títulos en España. Saltado a la fama a los veinte años durante la Eurocopa-1980, ganada por la selección alemana, ganó luego tres Ligas y seis Copas del Rey.
Brillante en los equipos de club, lo fue menos en su selección. Sus diferencias con el entrenador nacional Jupp Derwall lo alejaron de la ’Mannschaft’ y su contador se paró en la vigesimoprimera convocatoria.
El seleccionador Franz Beckenbauer pensó en él para el Mundial de México, en 1986. Pero Gaby, la omnipresente esposa de Bernd -que además le lleva sus negocios- trató de negociar su retorno (en un equivalente a un millón de euros) y la Federación alemana lo rechazó.
Después de tres temporadas en el Atlético, Schuster volvió a jugar en Alemania, en el Bayer Leverkusen y terminó su carrera en 1997 con un puñado de partidos en México.
Su carrera de entrenador empezó ese mismo año, en el Fortuna Colonia y después en el FC Colonia, y entonces retornó a España para entrenar al Xerez, en Segunda División.
Schuster, fan del rapero Eminem y del actor Steven Seagal, probó una experiencia ucraniana en el Shakhtar Donetsk (2003-04), pero volvió rápido al país de Cervantes. En Levante (2004-05) y después en Getafe (2005-2007), a la espera de algo mejor.
Y lo mejor llegó.
Bernd Schuster y su discreto bigote deben ahora seducir al exigente público del estadio Santiago Bernabeu, decepcionado por el flojo espectáculo de la era Capello, pero satisfecho por el título de Liga.