Si en Guatemala se sobrevive, porque vivir es ya una utopía, digo, por los Derechos Humanos, la dignidad y todo aquello que la Constitución promete, como si fuera candidato a presidente, y luego nada. Pues qué mejor que sobrevivir con gusto, de forma satisfactoria, sin tener pesadillas previas a la madrugada. Sin llegar al chance que tanto se odia, sí, ese en donde la jefa, amargada y pasada en años, acosa al pobre hombre, porque no todos los casos de acoso nos suceden a nosotras. Ese trabajo que es sinónimo del cuchicheo de las chismosas que, café en mano y entre sorbo y sorbo, sustraen todas las cualidades del o de la compañera de trabajo, basándose en que si su ropa es liviana así mismo será su moral -no morral de esos que usamos de bolsas- o que si su gesto es apacible seguro sufre mucho la pobre tonta porque el marido le quema el rancho.
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O bien esos «compañeros» de labor que bajan los anteojos para mirar mejor  -como en la Caperucita-,  las piernas que por fin descubre un vestido guardado en el closet por años para evitar precisamente eso y encima, escupen comentarios lascivos.
Si, sería mucho mejor, si de sobrevivir se trata, hacerlo con entera libertad, haciendo lo que mejor nos plazca, venga en gana o atinemos, aunque eso sí, suele ser en muchas ocasiones, mal remunerado, pero un trabajo más feliz. Y no sólo porque uno hace lo que le gusta, sino porque ocasiona sonrisas, risas y buenas vibras a quienes se entretienen y a quienes pagan -ya sea con aplausos o colaboraciones-, y resultan ser mejores jefes que los que gobiernan con tarjeta para marcar la entrada, con códigos de vestimenta y comportamiento para ciertas horas del día y que encima, nunca les gusta nada, porque las cosas suelen estar bien si y sólo si, ellos o ellas han metido mano en el asunto.
Si de sobrevivir se trata, yo apuesto por quienes van por sus sueños y dejan que sean ellos los que rijan su existencia. Digo, me alegra saber que en el mundo hay Panchorizos, por ejemplo, y cuentacuentos como Alexis. Me satisface sobremanera que los Lúdicos sean, que los artesanos-artistas se desplieguen en las calles de Pana, que haya quienes dediquen su tiempo a escribir novelas, libros de cuentos y poemas, compongan música y graben discos, -acá me van a decir que eso no es ocio, sino disciplina; cuestión de opiniones, a mí me gusta pensar en el ocio, porque el ocio es el mejor preámbulo de la creación-, pinten, esculpan y organicen actividades culturales.
Me encanta pensar, sí, tomarme tiempo para pensar sin tener que estar con lentes puestos tras el monitor y con los dedos tecleando -aunque igual, ahí me divierto muchas veces-, divagar, soñar despierta, platicar esos sueños con otros y otras, tener tiempo para un café en el que surjan ideas e imaginar que mañana, un mañana bien lejano -así lo siento ahora-, veré a muchos sobreviviendo con ocio, gozándose el ocio, compartiéndolo, comiéndoselo, digiriendo todo lo que nos llena el espíritu -la panza también, claro- y luego sudando alegría, palabras, colores, sin relojes, sin gastritis, sin úlceras e hígados descompuestos. Que las canas las traiga el tiempo y no el estrés ni el dolor.