Hussein Kazemi había enfrentado al peligro en otras ocasiones. Quizás esa es la razón por la cual el adolescente sonríe en esta cama de hospital, con heridas de bala en ambas piernas y un brazo y con imágenes frescas de un pistolero enloquecido.
El afgano de 19 años, quien buscó refugio en Noruega hace dos años, es uno de varias decenas de heridos en un ataque armado que dejó 86 muertos, en su gran mayoría adolescentes y adultos jóvenes en un campamento de verano en una isla.
Un noruego con puntos de vista antiinmigrantes fue arrestado por la agresión, que dejó decenas de heridos y varios desaparecidos.
«He experimentado muchos peligros en Afganistán, pero esta fue la peor experiencia que tendré en mi vida», dijo Kazemi en una entrevista efectuada el domingo al pie de su cama, dos días después del ataque.
Pese a ello, Kazemi aún tiene un punto de vista positivo sobre su país adoptivo. «He experimentado muchas cosas buenas en Noruega, demasiadas cosas buenas», agregó.
Muchos inmigrantes o hijos de inmigrantes estaban en el campamento, un acontecimiento anual organizado por los activistas del creciente Partido Laborista. Kazemi indicó que el tiroteo comenzó poco después de que terminó de jugar al fútbol con un grupo de compañeros activistas del partido, con integrantes de Afganistán, Georgia, las regiones curdas de Turquía e Irak. Sri Lanka, Somalia, Líbano y otros países.
El gobierno liberal ha sido relativamente abierto a los solicitantes de asilo político en países azotados por la guerra. Esa es la queja central en la crítica épica publicada en la internet por el presunto pistolero, el nacionalista noruego de 32 años Anders Behring Breivik, quien proclama una visión de Europa sin la presencia de musulmanes.
Kazemi indicó que el pistolero no parecía estar atacando a los participantes del campamento de una tez de color particular o de algún tipo de vestimenta religiosa específica.
«Al parecer quería matar a todos. Nadie fue perdonado», afirmó Kazemi.
Kazemi estaba en la cafetería del campamento el viernes cuando escuchó que había un problema afuera: parecía que habían sonado petardos y luego gritos. Otros que estaban más conscientes de lo que ocurría se tiraron al suelo.
«Por ello me tiré al suelo pero no supe por qué», agregó.
Entonces vio al pistolero. La gente a su alrededor cayó al suelo a consecuencia de los disparos y se unió a los sobrevivientes en una carrera alocada de 10 minutos hacia los bosques.
Fue entonces cuando llegó a una costa rocosa, ahogado por la carrera cuando sus amigos lo miraron aterrados. Kazemi tenía al menos una herida, que probablemente sufrió en el primer tiroteo en la cafetería.
«Mi pierna estaba llena de sangre pero no me había percatado de ello, pues estaba muy ocupado en tratar de permanecer vivo», agregó.