Sobre la vida musical de Smetana


celso

Continuamos con nuestra columna de todos los sábados con ese gran maestro de la música nacionalista, Biedrich Smetana y como un homenaje a Casiopea, cuyo sonido único se convierte en cascada de miel, esposa dorada, quien es barco despeñado en mi corazón ardiente y a quien ciño la cintura en la plenitud del alba.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela

 


Smetana pasó la primera parte de su vida en provincias.  Nació en LitomiÅ¡l, pueblo situado en el nordeste de Bohemia y era hijo de FrantiÅ¡ek Smetana.  Fue el único superviviente de los once hijos que tuvo su padre de tres mujeres.  La fecha de nacimiento de Smetana es el 2 de marzo de 1824, siendo unos meses mayor que Antón Bruckner, que nació en septiembre del mismo año. Sin embargo,  Smetana murió doce años antes que su coetáneo, en un  manicomio de Praga.

Su padre era cervecero de oficio, es decir, experto en la producción de cerveza y ejercí­a este trabajo artesanal en las dependencias de los aristocráticos latifundistas. En la época del nacimiento de Bied?ich, FrantiÅ¡ek Smetana se encontraba al servicio del conde Waldstein, en el que se mantuvo durante seis años seguidos.  El pequeño Bied?ich recibió en NitomyÅ¡l sus primeras enseñanzas, entre ellas las musicales, en la escuela de los padres pietistas.

En 1831 FrantiÅ¡ek pasó a depender del conde Czernin y se trasladó a un centro algo más importante que LitomyÅ¡l: Jind?ichúv-Hradec.  Allí­ mejoró la instrucción musical de Bied?ich.  En 1836 el muchacho fue enviado al colegio de Némecky-Brod, donde permaneció hasta 1839.  Aquel año por fin salió de la provincia y pudo ir a cursar los últimos estudios en Praga.  Sin embargo, la fascinación que ejerció sobre él la capital donde al parecer compuso un cuarteto no le permitió dedicarse a los estudios como hubiera sido el deseo de su padre y fue enviado a la ciudad de Plzen.  A pesar de este cambio, puede decirse que en Smetana la decisión de dedicarse a la música se impuso por sí­ misma: sus afortunadas apariciones en los salones, repertorio virtuosista de la época le marcaron un camino verdaderamente rentable…

En efecto, según era costumbre, Smetana se aplicó a componer un repertorio de piezas para sus exhibiciones concertí­sticas: de aquí­ la producción de breves recopilaciones para piano, en las que es frecuente la polca.  Es evidente que el joven músico tení­a presentes los modelos de Chopí­n que seguí­a su ejemplo al servirse de las danzas nacionales a la hora de conferir un determinado sello a su estilo.  Con todo, durante aquellos años también compuso una obertura para orquesta que posteriormente repudió.

En contra de la voluntad de su padre y privado de medios, Smetana regresó en 1843 a Praga, donde emprendió seriamente su formación musical especialmente en el aspecto de la composición, poniéndose bajo la dirección de su estimado maestro Joseph Proksch.  Gracias a éste pudo obtener un puesto de maestro de piano en casa del conde Thun, a quien seguirí­a a sus fastuosas residencias de vacaciones. Durante este trienio relativamente tranquilo y activo (Smetana siguió componiendo obras para piano, que en 1846 culminarí­an con la Sonata en Sol menor), el joven músico tuvo la revelación de dos grandes contemporáneos que probablemente conoció personalmente: Berlioz y Schumann.

Naturalmente fueron experiencias contradictorias, como se podí­an presentar en la provincia musical europea. Berlioz dirigió en Praga la Sinfoní­a Fantástica y Romeo y Julieta, es decir los dos trabajos que representaban de manera emblemática su posición de vanguardia.  En efecto, el tema descriptivo de la Sinfoní­a bebí­a en el Beethoven de la Sinfoní­a n°. 6 Pastoral, y de otras composiciones “de programa” (por ejemplo las Oberturas), si bien el tema era totalmente actual y era preludio de una nueva concepción de la música, a la que más tarde Liszt dio realidad y teorizó con el poema sinfónico. Con Romeo y Julieta, Berlioz presentaba una nueva forma de dramaturgia que, renunciando a las convenciones ochocentistas y por consiguiente, también a la escena, proponí­a una interpretación alternativa de la tragedia de Shakespeare bajo forma de gran Cantata, en la que se situaban en primer plano, no siempre confiados a las voces, sólo algunos episodios. 

Para un joven aprendiz como Smetana se trató, sin duda, de una revelación que, de alguna manera ofrecí­a caminos diferentes de los tradicionales, no desdeñables en cuanto tales, pero en cuanto procedí­an de la dominación cultural austro-alemana encarnada por el imperio habsburgués.