Sobre el patrimonio cultural de la nación


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Esta semana, el terremoto que provocó destrucción especialmente en el occidente del país, causó conmoción a todos los guatemaltecos. Es de lamentar las muertes y los daños materiales que han afectado en especial a las personas. El Gobierno ha priorizado en ese orden las acciones de ayuda, y gracias a ello se ha minimizado el impacto.


Sin embargo, es para analizar y para preocuparse por los señalamientos de que algunas de las personas que murieron, en especial en San Marcos, fue por el colapso de algunos inmuebles que habían sido catalogados como patrimonio cultural, y que debido a la estricta normativa para su protección y preservación, era casi imposible el reforzarlos y remodelarlos para hacerlos lugares seguros para la convivencia humana.

Cabe resaltar que lo más probable es que quienes se han encargado de la protección del patrimonio cultural jamás habrían querido lamentar estas muertes, por lo que las críticas podrían estar de más. Cabe resaltar también que en caso de un fenómeno natural como un terremoto, que aún es impredecible e incomprendido para toda la humanidad, hasta el edificio más seguro podría caerse, si bien la arquitectura ha avanzado lo suficiente para soportar el impacto del más terrible de los sismos.

Lo que sí es recomendable es el restablecer los criterios que se tienen sobre patrimonio cultural. Algunas críticas y quejas se escucharon esta semana, debido a las muertes de personas tras el colapso del patrimonio cultural, y se quejaban de que este tema ya se estaba tomando muy a la ligera, declarando patrimonio casi cualquier cosa y que lo peor es que lejos de preservarlo, se condena a la pérdida, debido a que se establecen rígidas reglas de conservación, que son además muy costosas e imposibles de pagar para simples ciudadanos.

Si mucho, se han visto esfuerzos de conservación del patrimonio en instituciones públicas, y esto porque han destinado parte de su presupuesto para cumplir con la normativa exigida por las autoridades de conservación del patrimonio.

La identificación del patrimonio cultural ha sido una tendencia que se ha impulsado desde la Unesco, y que viene como la necesidad por el deterioro y pérdida de los bienes culturales que sufre el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, además de una mayor conciencia de que hay ciertas expresiones que son irrepetibles en el mundo.

De esa cuanta, se han declarado algunos Patrimonios de la Humanidad, que la Unesco considera como expresiones únicas en el mundo. Estas declaraciones vienen de la mano de algunas “recomendaciones” para preservar y magnificar estas expresiones, de tal forma una comunidad se encargue de conservarlo y que otros pobladores de la aldea global puedan gozar de esa expresión algún día.

En algunos casos, el considerar patrimonio viene de la mano de un aporte económico significativo, porque muchas de estas expresiones han estado en vías de extinción, por lo que se necesita de suficiente oxígeno para revivirlas.

La Convención para la protección del Patrimonio Cultural y Natural del Mundo» fue adoptada por la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) el 16 de noviembre de 1972, cuyo objetivo es promover la identificación, protección y preservación del patrimonio cultural y natural de todo el mundo, el cual es considerado especialmente valioso para la humanidad.

Como complemento de ese tratado, la Unesco aprobó, el 17 de octubre del 2003, la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial», que definió que: Se entiende por patrimonio cultural inmaterial los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.

Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.

Siguiendo esta tendencia, en Guatemala ha habido en los últimos años un fuerte impulso por identificar algunas expresiones culturales, materiales e inmateriales, únicas en el mundo y que deberían salvaguardarse y protegerse para evitar su pérdida.

En los últimos años, o mejor dicho meses (porque esta tendencia se ha incrementado últimamente) se han declarado como patrimonio cultural: el maíz, un circo, el logotipo antiguo del IGSS (que por cierto ya no lo utiliza, sino uno más moderno y estilizado), la Huelga de Dolores, el campus central de la Usac, la forma en que se elabora el chocolate en Mixco, la forma de elaborar los ponchos en Momostenango, la Caravana del Zorro, y otro sinnúmero de expresiones que no sabemos si ciertamente son “únicos” en el mundo y que necesitarían “protección”.

A veces, la declaración del patrimonio viene de la mano por el impulso de un político influyente, tal y como fue el caso del exvicepresidente Rafael Espada, conocido motociclista aficionado, y que declaró a la Caravana del Zorro como patrimonio cultural. Ello a pesar de que en otras latitudes mundiales hay caravanas de motociclistas más grandes e importantes, y segundo que la Caravana del Zorro es un movimiento fuerte que no necesita protección.

En otras palabras, muchos de los criterios que influyen a declarar un fenómeno como patrimonio cultural se hacen sin los estudios técnicos calificados, y, lo peor, es que no representan algún beneficio o ventaja el tener este estatus. Al contrario, tal es el caso de los edificios considerados patrimonios, más que recibir apoyo para la preservación, los usuarios de esos inmuebles se la ven de cuadritos cuando quieren hacer una reparación mínima, porque necesitan un fuerte papeleo y costos innecesarios para reparar.

Y tal fue el caso de los edificios patrimonio en San Marcos, que colapsaron ante la imposibilidad de repararlos bajo esa normativa cultural. Esto, más que provocar “simpatías”, lo que está haciendo es provocar molestias y lo peor es que las instancias que se encargan de preservar el patrimonio pronto se verán como “innecesarias” e incluso perjudiciales y podrían desaparecer por la presión social.

La declaración como patrimonio cultural no ha representado ventajas, por ejemplo, a los elaboradores de chocolate en Mixco, o a los productores de ponchos momostecos. Esta declaración no vino acompañado de presupuesto para incentivar a la cultura del chocolate, o bien en intentar frenar el contrabando de sábanas en la frontera con México, que merman las ventas de los ponchos en Momostenango.

En conclusión, las autoridades del Patrimonio Cultural deben revisar sus políticas, para cumplir con los siguientes objetivos: a) calificar como patrimonio cultural exclusivamente las expresiones culturales que son únicas en el mundo, o al menos en el país; b) otorgar ayuda presupuestaria a las expresiones culturales que están en vías de extinción, y c) facilitar la preservación por medio de normativas fáciles de hacer, en vez de entorpecer la preservación con reglas absurdas e imposibles de cumplir.