Sobre Atitlán


Abraham Barrios

Estimado Sr. Marroquí­n:

Su columna de ayer (alguien que tome la iniciativa) sugiere que no existe gente en Guatemala que promueva iniciativas ambientales coherentes para rescatar el lago de Atitlán.  Permí­tame contarle que existen varias personas que a pesar de estar conscientes de que en este momento no son más que voces que claman en el desierto, han creado propuestas para solucionar no solamente la contaminación del lago de Atitlán (que es simplemente un efecto superficial de problemas mucho más complejos) sino los problemas ambientales de todos los cuerpos de agua del paí­s que sin ser tan bellos o tan famosos como el lago de Atitlán están en iguales o peores condiciones.

Este servidor es una de esas personas. El vivir fuera no me ha impedido colaborar con otros guatemaltecos que -por idealista que suene- creen que es posible solucionar la crisis ambiental de Guatemala. Le adjunto la versión modificada de la Ley de Aguas que recibió dictamen favorable en el Congreso recientemente y que ha sido el resultado de la colaboración de gente que entiende tanto la gravedad como la magnitud del problema.

Para que comprenda mi perspectiva y la historia del documento adjunto déjeme contarle que cuando terminé la universidad hace cierto tiempo (soy ingeniero en recursos hí­dricos) fui de visita a Guatemala con muchos planes. Mi tesis habí­a sido sobre plantas de tratamiento de agua y creí­a entonces que la imperiosa necesidad de estos sistemas deberí­a ser obvia a todo aquel que tuviera dos dedos de frente. Para mi sorpresa, el hecho de que viniera de fuera con «números de allá que no se adaptan a nuestra realidad» resultó en recelo y desconfianza de más de alguno de los colegas con los que compartí­ mis ideas. Era entonces la época de Portillo, y el cinismo y la frustración de muchos profesionales que se veí­an forzados a prostituirse para sobrevivir era dolorosamente evidente.

Regresé muy descorazonado, pero como el amor por la Patria no es opcional, no pude evitar seguir estudiando la situación ambiental y tratar de encontrar soluciones aunque fuera con «números de allá».  Desde entonces he podido comprender que la problemática es extremadamente compleja y que a pesar de las dificultades de definir prioridades cuando los problemas se manifiestan en forma de cí­rculo vicioso, el momento para empezar a hacer algo es ahora. Como se dará cuenta, los problemas fundamentales descritos a continuación se caracterizan por obvios y por tener una solución igualmente obvia:

FALTA DE CULTURA AMBIENTAL

Somos lo que somos. Nuestro subdesarrollo en todos los sentidos no podrí­a dejar de afectar el medio ambiente. Los desagí¼es a flor de tierra y basureros en todos lados hablan por sí­ mismos. Los que nos decimos «ambientalistas» no lo somos tanto cuando nos enteramos que proteger el ambiente no es gratis. Este problema únicamente puede solucionarse con educación.

FALTA DE VOLUNTAD POLíTICA

Resultado directo de la falta de cultura ambiental. Como no es importante para la población no es importante para los polí­ticos. Este problema se soluciona solucionando el problema anterior y con presión de los medios de comunicación, entidades ambientalistas, universidades y colegios profesionales.

LIMITACIONES DE RECURSOS HUMANOS

En mi opinión, y a juzgar por la realidad tangible, es muy poca la gente en Guatemala con la capacidad de entender la verdadera magnitud del problema. Los pocos que comprenden el problema son ignorados o ninguneados por grupos de interés con prioridades distintas. Este problema se podrí­a resolver contratando expertos extranjeros y llevando a cabo capacitaciones masivas. Para eso se necesitarí­a voluntad polí­tica.

AUSENCIA DE LEGISLACIí“N AMBIENTAL ADECUADA

Lo que pareciera ser el obstáculo más grande es en realidad la consecuencia lógica de los problemas mencionados anteriormente. ¿Cómo podrí­amos tener legislación ambiental de clase mundial cuando no tenemos cultura ambiental, voluntad polí­tica y suficiente gente que comprenda la gravedad y magnitud de la crisis? Para solucionar este problema se necesita más que nada voluntad polí­tica. También se necesita que la gente a cargo del Ministerio del Ambiente entienda la magnitud de los problemas descritos anteriormente.

La lista de problemas fundamentales no incluye falta de recursos. Eso simplemente porque si se hace como debe de hacerse, la solución a la problemática ambiental debe considerarse una inversión a largo plazo que habrí­a de traer resultados netos positivos para el Estado. Además de ser un enorme estí­mulo directo a la economí­a del paí­s, una polí­tica ambiental a largo plazo deberí­a por ejemplo, retornarle al Estado los beneficios tributarios de miles de empleos directos e indirectos bien remunerados. Para que se haga una idea, aún cuando se empleara a todos los profesionales y técnicos actualmente desempleados, con las tendencias actuales en los próximos 20 años Guatemala no producirí­a suficientes profesionales y técnicos para trabajar en la solución de todos los problemas ambientales urgentes.

Utilizando como ejemplo el caso especí­fico de Atitlán, la solución a los problemas existentes de calidad de agua requerirí­an el empleo a largo plazo de decenas de profesionales y técnicos para llevar a cabo estudios hidrológicos e hidrogeológicos a nivel de cuenca, estudios hidráulicos de los arroyos que alimentan el lago, estudios biológicos acuáticos y terrestres, estudios de calidad de aire, estudios de impacto ambiental, planes de gestión de aguas pluviales, planes de conservación de suelos, diseño y construcción de plantas de tratamiento de aguas servidas, sistemas de control de aguas pluviales, estándares de urbanización, proyectos de alcantarillado, proyectos de control de erosión, etc.  Como cae de su peso, las soluciones prácticas descritas anteriormente no pueden implementarse sin lineamientos técnicos y legales.

El primer paso en el desarrollo de una polí­tica ambiental congruente con los tiempos, es la creación de herramientas técnicas y legales que le provean al Ministerio del Ambiente la autonomí­a y los fondos necesarios para garantizar la protección del ambiente y los recursos naturales indefinidamente. Una de estas herramientas es la versión modificada del Proyecto de Ley de Aguas que le adjunto. Esta versión integra el anteproyecto de ley  que recibió dictamen favorable en el Congreso recientemente con un plan de manejo de recursos naturales a nivel de cuenca. El resultado es un documento eminentemente técnico muy ambicioso que pretende ser el mapa y brújula de una polí­tica ambiental de Estado a largo plazo para cualquier gobierno, independientemente de su orientación polí­tica.

Como nota curiosa le cuento que he tratado de discutir esta propuesta con varias organizaciones ambientalistas de Guatemala. Lamentablemente, ninguna de ellas ha dado la menor muestra de interés. Si usted tampoco lee este correo, no lo toma en serio o cree que la propuesta está basada en «números de allá» lo entenderemos perfectamente. Las voces que claman en el desierto seguirán gritando mucho después de que la tuza haya dejado de arder.