Soberaní­a al servicio del crimen


El nombramiento del nuevo Comisionado de la CICIG vuelve a revivir el tema de la soberaní­a y no faltan los ilusos que se quejan de la intromisión, en este caso de un tico, en los asuntos de Guatemala y consideran que se lesiona la soberaní­a del paí­s trayendo a un fiscal de otra nacionalidad para ayudar en la lucha contra la impunidad.


Como para darles un tapaboca a los que pregonan que tenemos la capacidad soberana de resolver nuestros problemas más serios en materia de administración de justicia, ayer el juez a cargo del proceso contra Napoleón Rojas por el desfalco multimillonario en el Ministerio de la Defensa se encargó de demostrarnos para qué jocotes sirve nuestra soberaní­a como Nación, puesto que la misma es en realidad apenas un parapeto para que los poderes ocultos, los que verdaderamente tienen el control del paí­s, puedan gozar aun de privilegios que les colocan al margen de la ley. Seguramente que el nuestro es el único paí­s en donde una persona que se mantiene prófuga de la justicia durante más de un año, se puede beneficiar de una medida sustitutiva para evitar la cárcel. Es lo mismo que les ocurre a los banqueros que luego de esconderse por años para terminar de lavar el dinero que les robaron a sus clientes, pactan con los juzgadores y cuando se presentan ante la justicia reciben ridí­culas fianzas para volver a las andadas y a gozar del dinero mal habido. Nadie puede dudar de que vivimos en el paraí­so de la impunidad y justamente cuando algunos patrioteros se rasgan las vestiduras porque nos viene un fiscal foráneo a continuar el trabajo de la CICIG, el juez Mario Efraí­n Najarro se encarga de darles a todos esos un sopapo en la boca, demostrando que aquí­ la soberaní­a sirve para pasarse a la justicia por el arco del triunfo y consagrar, sin miramientos ni empacho, con el más absoluto y descarado cinismo, el régimen de la impunidad que protege a los poderes ocultos que durante décadas han sojuzgado al paí­s. ¿Quién no quisiera un paí­s con autoridades propias, orgullosas de su dignidad soberana, que aplicaran correctamente la justicia y combatieran la impunidad? Pero ello no es posible, aún, porque abundan los Najarros que están puestos en esos cargos con un fin declarado y que cumplen a capa y espada, sin que les importe un pito la vindicta pública porque tienen, al fin y al cabo, aun el respaldo de superiores que llegaron a esos puestos cabalmente para apuntalar la impunidad. En esas condiciones, la ayuda extranjera es una forma de luchar por la dignidad y el rescate de la real soberaní­a.