Indudable es que las secuelas de la vorágine neoliberal que sacudió a Latinoamérica en aquellos aciagos años de los noventa, siguen a la orden del día. En nuestro país la privatización de los activos del Estado, término que utilizaron aquellos políticos abusivos e inescrupulosos con los bienes de la sociedad y que dispusieron repartir entre negocios muy obscuros, inequívocamente hoy nos pintan una paradójica realidad que nos dice que mientras los guatemaltecos se debaten en la pobreza y mueren a diario por enfermedades que la medicina considera curables, al mismo tiempo contribuyen a constituir en un solo hombre, Carlos Slim Heliú, un ícono mundial de la riqueza y la opulencia.
Antes, cuando Guatel era propiedad del Estado (de los guatemaltecos) todos los males eran atribuidos a la ineficiencia de los gobiernos y de alguna manera esto era real, pero después de que la telefonía cableada pasó de monopolio estatal a monopolio privado, sus facturas representan en los hogares guatemaltecos auténticas «señales de terror». Lo recuerda estimado lector, si no llama no paga, frase de los políticos privatizadores de aquella época. El problema es que con este monopolio, los guatemaltecos aparte de estar sometidos a pagar cuotas elevadísimas, tampoco somos libres de las políticas abusivas y agiotistas de una empresa que no nos permite siquiera implementar medidas de economía en casa o en nuestras oficinas.
Mientras que usuarios de otras latitudes con altos ingresos tienen la opción de poner un límite en las facturas solicitando un techo de consumo a la empresa, o en el caso de muchas ciudades norteamericanas donde se paga exceso solamente cuando se efectúan llamadas de larga distancia y puede hacer las llamadas locales que quiera, que siempre pagará la misma cuota, aquí en Guatemala, país de pobres y miserables, no existe ninguna de esas alternativas. Aquí Telgua ni siquiera ofrece aparatos telefónicos con funciones de no permitir la salida de llamadas mas que a números programados.
Hoy la telefónica «guatemalteca» se ha convertido en uno de los yugos que someten la economía de los hogares de este país, esto, como mencioné al inicio, mientras hacemos del amo de Telgua, Carlos Slim, el hombre más rico del planeta.
El último informe de la revista Forbes declara que Carlos Slim ya está por encima de los $53,100 millones, se ha colocado ya en segundo lugar por encima de los $52,400 millones de Warren Buffet y a escaso margen del aún numero uno Bill Gates de Microsoft. Yo creo y trabajo en la empresa privada y por eso no me guía ningún prejuicio en contra de la riqueza, pero si me confieso adverso a la que se amasa con usura y sobretodo a la que se ha logrado derivada de los «negocios» del Estado. Esta es una fortuna que no encuentra razones en la «lógica del mercado», sobre todo cuando este señor ha logrado duplicarla en tan sólo tres años. Y es aquí en nuestro suelo, dentro de la espuria pobreza, donde en lugar de haber convertido a las telecomunicaciones en una estrategia de desarrollo para Guatemala, habremos contribuido a crear al hombre más rico del planeta.