El terremoto que azotó Padang, en la isla indonesia de Sumatra, causó probablemente miles de muertos, pocas horas después de que un tsunami devastara el archipiélago de las Samoa, matando a 150 personas, en una serie de catástrofes naturales que golpean el sudeste de Asia.

El sismo de magnitud 7,6, que se produjo ayer por la tarde, causó 529 muertos, según un recuento oficial establecido hoy, pero las autoridades temen un balance final mucho más grave.
«Pensamos que murieron miles de personas», declaró el jefe de la célula de emergencia del ministerio de la Salud, Rustam Pakaya, en plena carrera contrarreloj de los rescatistas para hallar sobrevivientes.
Las operaciones de búsqueda se veían dificultadas por la lluvia y la falta de maquinaria para remover los escombros.
Andriana, una madre de familia de 49 años, esperaba impotente ante los escombros de la escuela de su hija de 14 años. «Estoy aquí desde ayer. Rezo por que mi hija siga viva».
Varios habitantes decidieron abandonar Padang, gran ciudad portuaria de cerca de un millón de habitantes frente al océano Indico, por temor a réplicas susceptibles de provocar un tsunami.
En efecto, esta mañana la tierra volvió a temblar con un nuevo y potente sismo de magnitud 6,8, a unos 150 km al sur de Padang.
Este terremoto en Indonesia se produjo pocas horas después de otro, de magnitud 8, que golpeó el archipiélago de las Samoa, generando un tsunami que mató a 150 personas en esta zona del Pacífico Sur.
Aldeas costeras y hoteles de turistas fueron devastados por muros de agua de cerca de ocho metros, que se abatieron sobre el archipiélago de Samoa, integrado por el Estado independiente de Samoa, con unos 219.000 habitantes, y por las Samoa estadounidenses, administradas por Washington, con unos 65 mil habitantes. EL maremoto afectó, también, al archipiélago vecino de las Tonga.
«Ningún aviso, ninguna sirena. En sólo un minuto vieron la ola, cuando ya la masa de agua se encontraba sobre ellos», declaró a la AFP una habitante, Lonnie Mai.
El presidente norteamericano Barack Obama declaró el estado de catástrofe en las Samoa estadounidenses y ofreció su «sentido pésame» a las víctimas del tsunami.
«Mi sentido pésame para las familias que perdieron a sus seres queridos y mucha gente que ha sido afectada por el terremoto y el tsunami», dijo Obama. Por su lado, el primer ministro de las Samoa, Tuilaepa Sailele Malielegaoi, declaró estar «totalmente conmocionado» por la catástrofe.
En fin, el sudeste de Asia se prepara para el paso de un nuevo tifón, Parma, mientras que el precedente, Ketsana, dejó en su estela al menos 380 muertos en la región, según balances oficiales.
Filipinas fue el país más golpeado, con 277 muertos y 42 desaparecidos, especialmente en la capital, Manila. Mas de 2,5 millones de personas se vieron afectadas en el archipiélago, y 700.000 seguían aún en centros de acogida.
Ketsana también provocó 92 muertos en Vietnam y al menos 11 en Camboya.
Asia padeció su mayor tragedia causada por razones naturales a fines de 2004: el 26 de diciembre de ese año, un terremoto submarino de magnitud 9,1 se registró frente a las costas de Sumatra, generando un maremoto que mató a 220.000 personas en los países ribereños del Océano Indico, incluyendo a 168.000 personas en Indonesia.
El tifón que se abatió esta semana en el sudeste de Asia demuestra la gran vulnerabilidad de la región ante el cambio climático, pero permitirá quizá a esta región hacer oír su voz en las negociaciones internacionales sobre el clima.
Hasta ahora, los países de la región, tremendamente expuestos a las catástrofes climáticas, no se han manifestado frente a los países ricos y a los gigantes chino e indio en las negociaciones iniciadas hace dos años y que se reiniciaron a principios de semana en Bangkok.
Pero cuando faltan dos meses para la cumbre decisiva de Copenhague, en diciembre, los 380 muertos que dejó el tifón Ketsala en Filipinas, Vietnam y Camboya, aparecen como una advertencia.
Los países del sureste asiático «son los que estarán confrontados a las consecuencias de los cambios climáticos si no obtenemos un acuerdo en Copenhague», destacó Yvo de Boer, el más alto responsable del clima en las Naciones Unidas.
«Las ciudades costeras (…) son susceptibles de verse afectadas por una elevación del nivel del mar, los tifones, las inundaciones y los cambios de comportamientos climáticos», agregó.
El miércoles, Filipinas lanzó un llamado a los paises desarrollados para que reduzcan sus emisiones de gas carbónico.
«Las ruinas y el dolor no habrán sido vanos» si adoptan medidas significativas, estimó Heherson Alvarez, jefe del equipo de negociación filipino.
Por el momento, las negociaciones de Bangkok siguen enfrentando los mismos obstáculos de hace meses.
Los paises más pobres rechazan asumir el riesgo de aminorar su desarrollo pidiendo a los ricos que paguen la factura y que sean ellos los que hagen los primeros esfuerzos.
De su lado, los paises industrializados consideran que no pueden alcanzar los objetivos sin la participación de todos.
Hasta ahora, el sudeste de Asia no había asumido ningún compromiso en lo relativo a emisiones de gas carbónico, pero las cosas podrían cambiar.
Indonesia indicó esta semana que el presidente Susilo Bambang Yudhoyono había previsto una reducción de 26% de las emisiones de gas carbónico de aquí a 2020. Según los expertos, este país es el tercer emisor de gas carbónico en el mundo.
La región podría servirse de la Asociación de naciones del sudeste asiático (ASEAN) para hablar al unísono, destacaba recientemente Catherine Wong Mei Ling, universitaria del Instituto de Asia del Sudeste de Singapur, en el cotidiano Stratit Times.
La ASEAN «puede más fácilmente organizar la recolección de fondos y el traspaso de tecnología para ofrecer a los paises desarrollados un mercado más importante», estimaba la mujer.
Queda a los miembros del bloque regional el encontrar una posición común.
«No es imposible, pero no hubo acuerdo porque los paises son muy diferentes», reconoció el jefe indonesio de las negociaciones sobre el clima, Agus Purnomo.
De todas maneras, y en la espera, las iniciativas aisladas se multiplican.
Vietnam, donde el tifón Ketsana dejó 92 muertos y 19 desaparecidos, ha tomado «muy en serio» el problema y ha comenzado a liberar fondos para luchar contra las consecuencias del cambio climático, según un responsable de la ONU en Hanoi.
Singapur, también muy expuesto en caso de aumento del nivel del mar, acaba de instalar una comisión para definir cómo hacer para proteger la ciudad Estado, según un portavoz del ministerio del Medio Ambiente y del Agua.