“Sin reforma del Estado estamos perdidos”


Edgar-Balsells

Durante una amena plática que sostuve el día de ayer con Oscar Clemente me agradó primeramente la marcha hacia el frente de Diario La Hora, que se evidencia con un cambio de formato, la forma de enfrentar el reto noticioso diario y la elaboración de reportajes de periodismo investigativo; cuya colección, lectura y relectura, permite alimentar la reflexión sobre la coyuntura del país en temas tan variados que van desde los presupuestos para la justicia al negocio de la trata de blancas, pasando por las nefastas consecuencias de la corrupción.

Edgar Balsells


Al final de la plática no olvidaré la reflexión final del amigo: “sin reforma del Estado estamos fritos”. Y es que en las mentes pensantes de este país, existe una desazón por el futuro; que deviene de la desesperanza cuando uno analiza los ambientes más variados: desde la Universidad de San Carlos, pasando por el tema de la justicia y la seguridad, hasta las opciones en pro del desarrollo económico, social y cultural.

Pero lo esperanzador reside en la búsqueda de cambios estructurales en el Estado guatemalteco, y la mira se enfoca en los tres grandes poderes, que representan una maquinaria de engranajes derruidos y oxidadas piezas metálicas. Se trata de daños que parecen irreparables y que son causados por la mediocridad de los personajes que conducen el carro y una mala fe en el actuar, colmada de un individualismo y egoísmo que asombran.

Y ello es culpa incluso de  ciertos colegas  que habitan temporalmente poltronas decisoras en ministerios, viceministerios, direcciones e incluso en las diversas “gerencias” que pululan en los organismos públicos: se trata de gente que no piensa en lo más mínimo en hacer carrera pública, sino en aprovecharse de forma rápida y eficiente de los puestos, en beneficio personal.

La reforma del Estado debe comenzar necesariamente por un nuevo ordenamiento del servicio civil guatemalteco. Y es que una de las manifestaciones más evidentes del  deterioro es el desfinanciamiento del montepío público, al cual el Ministerio de Finanzas debe inyectarle anualmente más de Q2,500 millones para solventar los compromisos de un barril sin fondo, que paga míseras jubilaciones a empleados que han rajado ocote durante años, sin mayor motivación y eso sí: muchas incomodidades.

Y es que tan sólo comparar por ejemplo, los salarios y las jubilaciones de un empleado del Ministerio de Finanzas Públicas con uno del Banco de Guatemala o de la Superintendencia de Bancos, refleja con creces el abandono y falta de visión en la arquitectura y armazón de las organizaciones públicas, luego del barrido que dejó el modelo neoliberal que se afianzó con fuerza desde los tiempos de Jorge Serrano Elías.

Urge entrarle con decisión a las reformas estructurales que el Estado guatemalteco necesita, y el sistema de servicio civil es una de las fundamentales: debe dignificarse la carrera del servidor público chapín, uniformarse TODOS los planes de prestaciones y las contribuciones a las pensiones, de acuerdo a los puestos ocupados y las responsabilidades prestadas.
Urge también impedir el ingreso de tanto “paracaidista” y “profesional” aprovechado que no llena ni los más mínimos requisitos para optar a puestos importantes, caracterizados por el botín político, el control de las instancias postuladoras y el chaqueteo con los partidos políticos.