El terremoto de Haití ha sido un trágico y cruel recordatorio de la especial situación de nuestro país en cuanto a las fallas geológicas que cruzan el territorio, constituyendo un permanente riesgo con el que debemos aprender a vivir y para el que tenemos la obligación de estar preparados. Creo que tras el terremoto de 1976 hubo un período de alta conciencia en el que se mejoraron las normas de construcción y la gente se preocupó por lo que significaba la condición telúrica de Guatemala, pero como siempre ocurre, poco a poco nos hemos ido relajando y al dejar de pensar en eso se cometen errores que al final nos pueden costar muy caros.
Según los cables internacionales, los expertos consideran que en el efecto devastador del terremoto en Haití hubo dos factores que incidieron en la cantidad de muerte y en la destrucción no sólo de las viviendas precarias, sino de edificaciones que se veían sólidas. El epicentro fue demasiado superficial y eso aumentó el impacto del movimiento sísmico, pero además han podido comprobar mala calidad del hormigón y del hierro usado para la construcción en ese país. La falta de supervisión y de controles de calidad es muy propia de los países en donde las autoridades no pueden ejercer verdaderas inspecciones y nunca faltan los que hacen su agosto utilizando materiales baratos, de mala calidad, o mezclas que también les dejan mayores utilidades, sin considerar el efecto que eso tendrá a la hora de un fenómeno natural.
Tampoco se ha visto en Haití capacidad para reaccionar ante la tragedia, ni para enterrar a los muertos ni para rescatar a los soterrados. Es más, ni siquiera hay capacidad para administrar la ayuda que está fluyendo y pese a que el mundo se ha volcado en la asistencia a un pueblo muy pobre y sufrido, entre los haitianos se están matando, literalmente hablando, al pelear por botellas de agua para mitigar la sed.
Desafortunadamente, en Guatemala viviremos una contingencia similar tarde o temprano. No hay forma de evitar que volvamos a sufrir un terremoto porque estamos marcados por la existencia de placas tectónicas que al moverse harán que tiemble fuertemente la tierra y hemos de sufrir destrucción y muerte. Pero sabiendo que estamos condenados a eso, es mayor la obligación de disponer de preparaciones adecuadas para mitigar el efecto del desastre y en ese sentido pocas instituciones tan importantes en la vida nacional como puede ser la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres. Y es que desastres vendrán, pero es fundamental todo el trabajo que hagamos para estar debidamente preparados.
Ayer por la mañana se sintió un fuerte temblor en todo el país y algunas réplicas posteriores. Hace meses que algunos expertos hablan de la acumulación de energía en las fallas existentes en Guatemala y de la posibilidad de un gran sismo. Pero tanto si esos temores se concretan pronto o si toma mucho tiempo, es seguro que tendremos algún siniestro y por ello hay que estar preparados y todo constructor debe cumplir con las normas más exigentes en materia sísmica. Los padres de familia, los maestros y la población en general tienen que mantener al día sus planes de contingencia para reaccionar adecuadamente.
Repito que no es pecar de agorero, sino simplemente de ser realista y vivir todo el tiempo con la claridad de que aquí un terremoto es absolutamente probable.