Sin mayores expectativas a corto plazo, anoche abrió en la ciudad de Antigua Guatemala, la cuadragésima tercera Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, OEA, cuya imagen está muy desteñida por su pobre papel para la defensa de la democracia, la paz y los derechos humanos en el continente, como lo demuestran los golpes de Estado en Honduras y Paraguay.
El tema central del encuentro al que asisten veintiocho cancilleres de la región, es la búsqueda de nuevas alternativas para la lucha contra las drogas.
Es oportuno señalar que el principal escollo en torno a este flagelo, estriba en que el mercado más grande de consumo de las drogas está ubicado en Estados Unidos y que en ese país no se está haciendo lo suficiente para enfrentar el problema.
Desafortunadamente, los cimientos de la sociedad estadounidense están siendo socavados por la adicción de miles de personas, especialmente jóvenes, a los estupefacientes como la cocaína.
El fenómeno del consumo de los narcóticos está íntimamente relacionado con acciones de violencia mediante la utilización de armas de fuego. Paradójicamente en Estados Unidos es muy fácil la compra de armas de ese tipo, lo cual alienta la impunidad.
En ese sentido, es importante indicar que no se puede separar el comercio de las armas con el consumo de drogas, y que ambos rubros se han convertido en negocios muy lucrativos en Norteamérica.
Por consiguiente, son las autoridades de ese país, las que tienen que aceptar su responsabilidad impulsando las medidas necesarias para frenar esos negocios que están llevando a la muerte a muchas personas.
En ese contexto, es frustrante enterarnos que Estados Unidos se abstuvo esta semana de firmar un tratado sobre la venta internacional de armas convencionales promovido por las Naciones Unidas.
Según los despachos de las agencias de noticias, este es el primer instrumento jurídico internacional que cubre la venta de armas de cualquier tipo en una década, un mercado que asciende a unos 80 mil millones de dólares al año.
No es aventurado puntualizar que detrás del negocio de las drogas y del comercio de las armas, se mueven poderosos intereses en Estados Unidos y en algunos de los países de Europa.
La postura del Presidente de Guatemala, general Otto Pérez Molina, es la de impulsar el debate a efecto de buscar nuevas rutas de combate a las drogas, dado que todo lo que se ha hecho hasta ahora ha sido infructuoso. La iniciativa es loable, pero se estrella contra el muro de la impunidad prevaleciente en el mercado más grande de consumo, en donde hay grupos poderosos que ejercen presión contra el control de las armas. Recordemos que Estados Unidos es el principal proveedor de armas en el mundo.
La Asamblea General de Naciones Unidas adoptó el tratado el pasado 2 de abril con 154 votos a favor y tres en contra que son Siria, Corea del Norte e Irán.