Detenernos por un instante a pensar qué sería de nuestra economía en estos días de alto consumo de no ser por las remesas familiares es descubrir un cuadro poco alentador del país porque la verdad es que Guatemala, que es evidentemente un Estado fracasado, sería un verdadero desastre. Y ello porque no somos capaces de generar la actividad económica suficiente como para que por nuestros propios medios alcancemos una condición de país próspero y pujante. De no ser por la exportación de nuestros compatriotas, que llegan al mercado de trabajo de los Estados Unidos y desde allá nos mandan abundantes dólares, hoy estaríamos frente a una economía totalmente deprimida.
Creemos necesario hacer esta reflexión, sobre todo, porque las remesas no son eternas y porque tarde o temprano algún gobierno deberá encarar el problema para impulsar desde adentro los mecanismos de progreso y desarrollo. No puede ser que nuestros comerciantes estén contentos porque pueden seguir vendiendo básicamente porque exportamos gente que luego manda dinero, ni que los industriales se sientan satisfechos con el consumo generado por las divisas sin que apuntemos a vigorizar nuestras exportaciones.
Entender esa dimensión tan especial de nuestra economía es fundamental para plantear planes de desarrollo para el corto, mediano y largo plazo, puesto que vivimos un verdadero espejismo que no materializamos todo el tiempo y cuando vemos el comportamiento de nuestra macroeconomía tenemos el tupé de pensar que ello es resultado de una eficiente administración de los temas monetario y fiscal. Simple y sencillamente es resultado de que día a día recibimos enormes cantidades de dinero en concepto de remesas y eso es lo que mantiene al país a flote. Un estudio importante que debiera ofrecernos el Banco de Guatemala es el relacionado con lo que sería hoy de Guatemala sin disponer de las remesas, en la seguridad de que ello nos daría un panorama más claro de los desafíos que tenemos por delante.
Lo que pasa es que para la burocracia es más grato decir que han sido eficientes en el manejo de la economía macro y que su talento y habilidad, además de disciplina, son los factores que permiten tales resultados. Nadie admite ni considera siquiera que esa estabilidad es producto del sacrificio cotidiano que hacen más de un millón de guatemaltecos que, al encontrarse con la falta de oportunidades en su propia patria, emigraron a trabajar en condiciones adversas y a sufrir discriminación y desprecio, para mandar dinero a sus familias de manera tal que puedan mejorar su nivel de vida. Los empresarios guatemaltecos tendrían que entender que de no ser por la pujanza que inyectan las remesas a la economía, sus negocios estarían deprimidos y el país al borde del colapso económico. La imagen de la Guatemala sin remesas nos permitirá ver cuán grande es nuestro desafío.