Muchas veces se repite en Guatemala y algunos países del mundo que el problema en lo político se debe, entre tantos otros, a que los partidos que aspiran a tomar el poder son demasiado numerosos y que si se comparan entre ellos no hay diferencia significativa en la ideología que profesan. Qué más da ser del Partido Patriota, del Líder o del Unionista: todos comparten los mismos principios.
Es cierto y comparto la idea de que, parodiando a Fukuyama, en Guatemala ya vivimos el fin de la historia ideológica política. Aquí respiramos por un solo pulmón y nuestra vista tiene problemas de enfoque. Es la razón por la que en nuestro país carecemos de auténticos debates políticos entre los líderes partidarios y la explicación por la que ahora, por ejemplo, diga Baldizón: ya vieron, yo tenía razón, “esa era mi propuesta”.
Al hacer actos de fe al libre mercado, los lineamientos políticos, las estrategias y las acciones, son similares entre ellos. Así, desde Vinicio Cerezo hasta Otto Pérez, con contadas excepciones, todos han presentado la misma cara. Sí, ya me dirá alguno que Arzú fue más devastador por sus políticas de privatización que, por ejemplo, Álvaro Colom que hizo una minúscula política social. Se puede conceder, pero aceptemos también que en términos generales todos han bailado la danza sugerida por los ideólogos de la derecha.
Con todo, más allá del ritmo monótono y repetitivo de los partidos, a mí me preocupa más el tema de las agendas políticas. El problema es que en Guatemala pasan los años, presidentes, líderes y ministros y los cambios que solicita y espera la población no llegan. La capacidad de ejecución e inversión es muy pobre. No hay operadores políticos ni planificadores que desde una visión integral tracen el mapa que nos oriente hacia el desarrollo esperado.
Carecemos de auténticos arquitectos políticos, líderes no sólo visionarios, sino pragmáticos y operadores. Lamentablemente hemos tenido lo contrario: políticos de buen hablar, bravucones, tímidos, ignorantes y muchos estafadores. El problema radica no sólo en la incapacidad de los líderes y autoridades de turno (secretarios de comunicación, ministros y autoridades en general), sino en la claridad de sus objetivos tendiente al lucro y al saqueo.
Guatemala ha albergado en el corazón de su sistema a delincuentes exitosos y esto ha detenido el desarrollo. Luego, si los partidos políticos no tienen visión alguna, carecen de operadores efectivos, de planificadores sabios y, en cambio, sí de mañosos listos: aquí tenemos la respuesta a nuestra pregunta de por qué estamos como estamos. Tal parece que el problema ideológico pasaría a un segundo o tercer puesto.