Son muchos los psicólogos, sociólogos y humanistas que se han sumado a la preocupación de los urbanistas por la inseguridad, desorden e incapacidad municipal para ordenar el tránsito en la capital, como en muchos otros centros urbanos del país. Y no es para menos, la gente anda sin frenos en la calle, se le nota en la cara el enojo por haberse pasado hasta horas enteras prendidos al timón, que tanto presionan entre sus manos, que terminan con dolores musculares como si hubieran utilizado el día entero el teclado de la computadora.
Pero ahí no termina la cosa, de muchas otras maneras expresan su hastío por tanto atasco vehicular en los cuatro puntos cardinales de la capital y del país. A la gente hay que ponerle freno para que deje de echarle encima el vehículo a quien camina dentro de los carriles que hayan logrado sobrevivir del intenso tráfico, porque de darle mantenimiento a la pintura de líneas alternas o continuadas ¡ni hablar! También la gente anda sin frenos, por tanta ansiedad y depresión que provoca escuchar a los voceros de las policías municipales decir por las radios, en su enredado y cada vez menos comprensible lenguaje, que el tráfico está despejado, cuando a usted mejor que nadie le consta lo contrario.
Los chapines llevamos tiempo de esperar que el gobierno central y las municipalidades dispongan con responsabilidad, seriedad, mesura y técnica las soluciones al mamarracho del Transmetro; los problemas derivados del incremento de vehículos rodando observado los últimos años; que la entrada y salida al transporte pesado no puede estarse limitando antojadizamente sin perjudicar a las fuerzas productivas del país o que el transporte colectivo de pasajeros siga recorriendo las calles con tal anarquía, que lo único que causa es más contaminación ambiental y la elevación del número de accidentes, a más de la inseguridad de los usuarios.
Sin lugar a dudas, a la anarquía y desorden del tránsito hay que ponerle freno. No cabe otra, cuando vemos que hasta la gente que se dice más educada, culta y preparada anda como loca pasándose las señales de alto con tal de salir pronto de un atasco que le imposibilita llegar a tiempo a la cita programada, a pesar que adelantó una hora la salida. Ayer leí a una señora quejarse porque los vecindarios de infinidad de zonas están sufriendo daños debido a que los autobuses escolares y del transporte colectivo han tomado sus calles como rutas exclusivas de movilización, cuando con solo usarlas de «alternas» causan de por sí tremendos perjuicios. Así pudiera seguir citando cientos y miles de lamentos más. Por ello pregunto ¿qué están esperando nuestras autoridades, que a toda la gente, sin ninguna excepción se le vayan los frenos?