“Lo que se be, es lo que se desea berâ€. Nos es más fácil encontrar defectos, que atributos importantes, en lo que las personas realizan. Es indudable que en esta ocasión mis faltas de ortografía, ahora sí intencionales, les haya provocado un malestar significativo a muchos de los lectores. Sin deseos de descalificar, vivimos en una cultura propensa a ver errores, a juzgarlos y a desvalorizarnos a nosotros mismos y aún más fácil a los demás.
La descalificación ha sido descrita como una pérdida de crédito, autoridad o valor. Pero esta es producto de la violencia psicológica. Desde los hogares, los padres descalifican a sus hijos, ellos aprenden de manera temprana acerca del dolor, la indignación, el enojo y la cólera que produce el ser menospreciado, ser visto de menos.
Guatemala, es mi país, lo quiero porque aquí nací, porque aquí se encuentra mi fuente de vida, de trabajo, mis seres queridos y mis relaciones afectivas importantes. Pero, es obvio, que muchas personas observan como un inconveniente y un azar de la vida haber nacido en este país. En donde su gente es desvalorizada. Existen grandes personajes en la literatura, en las artes, en el deporte. Existen personas con gran dificultad para vivir el día a día y aun así sentir que la vida merece vivirse. Sin embargo, es muy difícil encontrar una retribución, un elogio, un comentario agradable que adorne la existencia de cada guatemalteco.
Las mujeres somos descalificadas por no tener el mismo estatus social del hombre, y conforme vamos ganando edad es aún más constante y feroz la desvalorización que se realiza a este género. Los ancianos, son vistos como ciudadanos de categoría inferior. Los puritanos, creyentes en Dios. Martirizan la vida, de quienes han elegido una elección sexual homosexual. Los niños son vistos como objetos y no como pequeñas personitas capaces de expresar pensamientos y emociones. Son pocos los profesionales o compañeros de trabajo que llegan a expresarse de manera honrosa de sus contemporáneos. En fin tantas cosas, sin el ánimo de descalificar.
La descalificación de manera consuetudinaria, se sustenta en la baja autoestima de los integrantes de nuestro país. El derecho a la vida es transgredido a diario, las personas trabajadoras no obtienen mucha motivación en sus trabajos, algunas veces reciben comentarios inauditos y también en ocasiones ha sido referido incluso el maltrato físico para estas. El transporte público, muchas veces es peligroso y en ocasiones no existe mucha diferencia, entre el transporte de ganado y el que utilizan las personas.
De manera indirecta, pero también despiadada, los mensajes que reciben muchos de los guatemaltecos son los siguientes: El mundo estaría mejor sin ti, hagas lo que hagas no podrás avanzar en la vida, eres deficiente, no sirves y no mereces el valor y el aprecio de las demás personas. Esto es la descripción de un constante maltrato psicológico. Que se da en cada ámbito social. Y nos hacen ser más proclives a continuar recibiendo y ejecutando actos violentos, siendo ellos vistos como algo natural perteneciente a nuestro entorno. Con la tendencia a minimizar o infravalorizar los aspectos positivos de nosotros mismos y de los demás.
La descalificación conlleva en sí misma, muchos estereotipos sociales, es un no tomar en cuenta o ignorar a las personas. Algo parecido a una invitación para morir en vida.
Todas las personas somos importantes dentro de una sociedad, unos a otros ayudamos a la construcción de la misma y a su sostenimiento. No hay seres más significativos que otros. Con la conducta descalificativa, contribuimos a sentirnos inferiores, desmotivados y a continuar prolongando algunos de nuestros traumas referentes a nuestra niñez.
Estamos acostumbrados a ser descalificados y a descalificar. Cambiar la actitud, no puede ser fácil, pero no debe ser un imposible. Tenemos que estar conscientes que la descalificación es una conducta destructiva, que hace daño a los demás; que es producto de una autoestima personal deteriorada, que nos hace imposible ver lo grandioso de los demás, y si lo vemos cursamos con envidia y recelo.
Nos es tan fácil dar por sentado los aspectos positivos dentro de una relación, que no los comunicamos. Por ejemplo, no le decimos a nuestra pareja cuanto le amamos. Sin embargo, los comentarios negativos son los primeros en salir. Cómo si tuviésemos sapos y culebras dentro de nuestras bocas.
La descalificación nos conduce a emociones de tristeza, enojo, impotencia, envida e indiferencia. A enclaustrarnos en una vida sin nexos afectivos y sociales, a sentirnos inseguros y dejar por un lado de realizar las cosas que nos gustan y nos hacen vibrar en consonancia con la vida.
No es natural en el ser humano, el buscar hacer daño a los demás, la naturaleza humana va ligada al amor. Por lo tanto, reconocer los méritos de las personas, omitir estereotipos sociales, transmitir halagos genuinos y benevolentes, el algo primordial. Porque dentro de nuestras necesidades humanas se encuentra la necesidad de dar y recibir amor.