La democratización se convirtió en la panacea del país luego de muchos años de vivir bajo gobiernos surgidos de cuartelazos, fraudes electorales o reelecciones impuestas por tiranos que sofocaron todo intento de oposición. Tras la sucesión de gobiernos militares en los años setenta y ochenta, el esfuerzo constituyente se centró en la democratización del país, pero no hizo falta mucho para demostrar cuán lejos estábamos de ese anhelo, especialmente por la falta de instituciones que dieran solidez al sueño.
Hoy se conoce un informe elaborado por la Fundación Konrad Adenauer, de Alemania, respecto al desarrollo democrático de los países de América Latina y el avance de sus instituciones en la solución de los problemas de cada sociedad. El resultado es patético porque estamos en el penúltimo lugar del continente y ello no puede sorprender a nadie porque hace mucho tiempo que dejamos atrás el experimento democrático, cayendo en el modelo pistocrático donde no cuentan ni importan los signos de voluntad popular, sino los financiamientos que apuntalan a las diferentes ofertas electorales que proceden, con pisto en mano, a comprar conciencias y asegurar votos con mecanismos clientelares.
Hoy se discute mucho la reforma de la Ley Electoral para establecer límites y controles, pero todos sabemos que nada que sea efectiva la democratización será incorporado en ese proyecto porque simplemente los políticos están muy cómodos con un sistema en el que no existe mandato ni correlación entre lo que se ofrece en campaña y lo que se concreta en gobierno.
La ingobernabilidad que sufrimos, en el contexto de una alta conflictividad social, es resultado de la ausencia de institucionalidad democrática y del deterioro de los órganos del Estado que, cooptados por la corrupción, han dejado de cumplir sus fines porque quienes trabajan en nombre de cada uno de ellos están únicamente preocupados por servirse del erario y sacarle provecho a los recursos nacionales para beneficio personal.
La corrupción siempre ha estado en la estructura social y se puede decir que nunca será erradicada totalmente porque es parte de la naturaleza no sólo del hombre sino de las instituciones que éste crea, tanto en el sector público como en el privado. Pero cuando todo está contaminado, cuando todo se vuelve corrupto, es imposible suponer que exista desarrollo democrático porque se desvían las instituciones y se les cambia el sentido.
Sin partidos políticos dignos de tal nombre (no existe ni uno en el país), es imposible avanzar. Las agrupaciones con dueño que presumen de ser partidos son reflejo de ese deterioro institucional y nos permiten ver que ni hay ni habrá desarrollo democrático en el país.
Minutero:
Cada vez que hay un informe
sobre la situación nacional
la decepción es enorme
porque el descalabro es total